Reflexiones desde el #YoMeQuedoEnCasa
Día 15.
28 de marzo 2020
Resulta curioso estos días hablar de China, de Wuhan, la ciudad en la que empezó todo y que pasará a la historia como el lugar en donde se inició la mayor tragedia sanitaria de lo que llevamos de siglo XXI. Y es curioso también constatar que la relación con China y con esa misma ciudad se inició en buena medida desde Asturias a través de la siderurgia. Habría que remontarse a mediados de los años 80 para encontrarnos con el interés de aquel país por las instalaciones siderúrgicas de Ensidesa en Avilés. Tras la inauguración, el 20 de febrero de 1989, de la acería más moderna del mundo, la LD III, los chinos fueron claros: “queremos una acería como esa”. Y la tuvieron, vaya que si la tuvieron. Y fueron técnicos de la planta asturiana los que se trasladaron allí para su instalación.
Esa es una historia bastante conocida en nuestra región, pero antes se produjeron algunos hechos curiosos que tuve la oportunidad de plasmar en uno de los capítulos del libro ‘La Larga Marcha de la Siderurgia’, páginas 96, 97 y 98, gracias a la documentación que en su día me facilitaron dos amigos como Carlos Avello y Óscar Fleites, dos históricos de la compañía.
Merece la pena recordar algún pasaje, porque de esa forma podemos comparar lo que ha sucedido en China y también en nuestro país en treinta y dos años.
China compró en su día a Ensidesa las instalaciones completas del Tren de Chapa y el Steckel y se recuerda que se querían llevar hasta los azulejos, se lo querían llevar todo: depósitos oxidados y hasta revistas que un ingeniero como Sánchez Bravo, por ejemplo, pudiera tener encima de la mesa de su despacho, con lo que pronto se vio obligado a guardarlo todo, Después de varios meses de trabajo se embarcaron para China en mayo de 1988 el Tren de chapa gruesa y el Tren de perfiles de la factoría avilesina.
Pero la adaptación del equipo humano chino a las normas de la empresa española produjo más de un quebradero de cabeza. Por ejemplo, se les exigió que todos los trabajadores tuvieran su Seguridad Social, y al final resultó que les salía más caro ese capítulo que el salario que se pagaba a cada uno. Con el tiempo, muchos de ellos se operaron en el Hospitalillo de Ensidesa de hernias, bultos y otras dolencias. Otra anécdota más: para ahorrar un dinero que apenas tenían, los trabajadores querían dormir en las salas de máquinas de las instalaciones y lógicamente no se les permitió. Lo que sí hacían era comer en la fábrica: grandes perolas de arroz hecho con cabezas de pescado, menú único de todos los días. Fue entonces cuando se decidió que vivieran en los chalets que Ensidesa tenía en Perlora. Se llevaron radiadores y se acondicionaron para que pudieran vivir con una cierta dignidad. El problema es que como no manejaban ni un duro –el Gobierno chino, representado por un comisario político que hacía las veces de único interlocutor, no les daba ni para tabaco– hubo que facilitarles también unos autobuses para que los domingos, tras prohibirles Ensidesa trabajar ese día también, se les llevara a conocer sitios como Covadonga, Cudillero, las playas…
En cambio, el equipo chino que vino para conocer la acería LD III, la misma que ellos querían tener en su país, ya era distinto, tenía otro nivel. Entre los integrantes de ese grupo figuraba la ministra de Industria y otras personalidades del Partido Comunista.
Hoy, treinta y dos años después, la siderurgia sigue siendo protagonista en la relación China-Asturias, pero las cosas han cambiado. El gigante asiático ha inundado Europa con sus producciones, conseguidas en un sistema en el que están permitidas las ayudas públicas, en donde los derechos de los trabajadores brillan por su ausencia –lógico cuando también brillan por su ausencia los derechos humanos– y en donde las exigencias del cambio climático no va con ellos. Las complicaciones a la siderurgia asturiana, española y europea son conocidas por todo el mundo, por lo que no merece la pena abundar más en ellas.
La última crónica de esa relación de la siderurgia entre China y Asturias se ha producido hace pocas semanas, apenas unos meses, cuando China anunció la compra de una British Steel quebrada en el Reino Unido. La clave de esta operación está en cambio en Francia, en donde la British tiene una instalación que puede ser un elemento distorsionador para hacer la competencia a las plantas asturianas. Se trata de la fábrica de Hayange, en la Lorena, especializada en carril. El presidente galo, Emmanuel Macron, se negó en redondo a que la empresa china se hiciera con los activos en Francia y lo último que se sabe es que en no mucho tiempo puede haber sorpresas y no precisamente para perjudicar al tren de carril de Gijón. Ojalá.
Por lo demás, hemos llegado al día quince de confinamiento. Habrá que decir que hemos cumplido el primer objetivo que nos había marcado el Gobierno. Las heridas de estas dos semanas son profundas para este país y esta región y a nivel individual pero no queda otra que armarse de valor e ir a por el segundo objetivo, otros quince días de encierro, sabiendo como sabemos que del esfuerzo de cada uno, va a depender que acabemos antes con esta pesadilla.
El día 15 amaneció con una noticia que no por esperada deja de causar una honda tristeza: el fallecimiento de José Ángel del Río Gondell. No solo Llaranes está de luto porque se ha ido uno de sus hombres más importantes en todas las facetas del barrio, empezando por las relaciones personales, sino que Avilés entera se queda sin una persona polifacética que fue un ejemplo de lo que significa entregarse a los demás. Desde hace ya muchos meses vivió su enfermedad con una entereza y una determinación dignas de elogio. Todos le vamos a echar de menos.
La vida sigue, algo que hoy suena un poco a sarcasmo. Pero no podemos bajar la guardia.
Ánimo.
Esto lo vamos a sacar adelante entre todos. #YoMeQuedoEnCasa