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José María Urbano

Diario de un confinamiento

A ‘mis alumnos’ del Isla de la Deva

Reflexiones desde el #YoMeQuedoEnCasa

Día 17. 

30 de marzo 2020

 

Estaba previsto que mañana martes, 31 de marzo, a las 11.35 horas, me iba a ‘examinar’ en el IES Isla de la Deva de Piedras Blancas, uno de los centros educativos de referencia del Principado gracias al espíritu abierto y a la dedicación de un grupo docente liderado por su director, Ignacio Sánchez Martín. A esa hora debería iniciar una charla ante cincuenta alumnos de 4º de la ESO -entre 15 y 16 años-, que cursan los estudios específicos de Formación TIC, departamento que dirige Francisco Camuña.

Me comprometí hace meses a acudir a esa cita como divulgador, no como técnico, que fue el papel que se me otorgó en el ciclo que sobre nuevas tecnologías organizó en su día la Asociación Cultural La Serrana que dirige Armando Arias. Primero pasaron dos técnicos de altura y a mí me tocó cerrar como divulgador, precisamente a petición de los dos primeros conferenciantes, Antonio Bahamonde y Rubén Hidalgo.

Así que había preparado para mañana una presentación que buscaba informar y entretener, y abierto a también a aprender de todo lo que me iban a enseñar en esta materia adolescentes que son nativos digitales y que seguramente cuando me vieran entrar en el salón de actos iban a abrir los ojos con sorpresa para pensar: “¿Y qué nos va a decir este carroza?”.

Pues este carroza, lejos de querer adoctrinar o aconsejar, estaba dispuesto a compartir e informar de algunos aspectos que a veces nos pasan desapercibidos pero que es importante conocer para que luego, cada uno, de forma individual, elija en libertad lo que crea más conveniente. Sin olvidar, claro está, que me iba a dirigir a un grupo que está en una edad maravillosa, pero que a la vez se encuentra  en pleno periodo de formación.

Lo primero que iba a decirles es que todo eso que hemos coincidido en llamar las nuevas tecnologías, ese gran contenedor a donde van a parar la inteligencia artificial, la robotización, el big data, las redes sociales, el fabuloso mundo de internet, hace tiempo que está entre nosotros. No es el futuro, aunque a veces hablemos de estas cosas pensando “en lo que va a venir”. No, no, ya está entre nosotros. Y hace tiempo además, lo que sucede es que las expectativas que se abren son tan enormes que no somos capaces de asimilar lo que va a pasar mañana mismo porque una de las características de este complejo entramado de las nuevas tecnologías es su velocidad de vértigo.

En alguna conferencia y en alguna exposición he utilizado el mensaje que una personalidad en el mundo de la innovación de la categoría de Nicolás de Abajo tiene en su wassap: “If it works, it’s obsolete”. (Si funciona, está ya obsoleto).

Les iba a hablar de los monopolios tecnológicos, que pueden suponer una amenaza seria para nuestro modelo de sociedad si no se regulan una serie de cuestiones importantes, camino de convertirse en máquinas poderosas que juegan ya con nuestras vidas, con los datos de nuestras vidas. Les iba a plantear en mitad de la charla una pregunta: ¿Qué nos vende Facebook? Y yo mismo les iba a responder: “Facebook te vende a ti, a mí y a todos nosotros”. Se conforma con nuestros datos y con nuestro trabajo gratuito, en principio solo a efectos publicitarios. Pero la compañía de Mark Zuckerberg ha tenido tantas ‘fugas’ de información privada de cada uno de nosotros que a estas alturas ya es poco creíble. Como lo son las empresas GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple), que declaran en países con ventajas fiscales extraordinarias como Holanda, Irlanda, Luxemburgo…, mientras que en España, Facebook, por ejemplo, no paga ni un millón de euros de impuestos a la Hacienda pública. Y sin perder de vista lo siguiente. Facebok es el propietario de Whatsapp e Instagram, entre otras. Google lo es de Youtube y Motorola. Y Apple, de Iphone y Netflix. Todo queda en casa, como decimos en Asturias.

Pensaba extenderme un poco más en Amazon, la empresa del hombre más rico del mundo, Jeff Bezos, simplemente porque hoy por hoy puede ser el mejor ejemplo de una amenaza monopolística en sectores como el comercio o la información. Amazon nació fundamentalmente como una librería gigante –de hecho creó una tablet original para facilitar sus ventas, la famosa Kindle- y para explotar el negocio de la nube, ese gran archivo a donde van a parar los datos importantes de miles o millones de empresas, contando entre sus clientes nada menos que a la CIA. Ha sido tan descomunal su desarrollo que amenaza con cambiar las reglas del comercio mundial. Y sigue dando pasos: Bezos es el propietario de The Washington Post, uno de los periódicos más prestigiosos e influyentes del planeta. (La semana pasada ese periódico publicaba un amplio informe para ‘demostrar’ que los envíos a domicilio de empresas como Amazon no suponían ningún riesgo en esta crisis de la pandemia sanitaria. Da la risa. No veo yo a ningún redactor jefe encargando un trabajo a un periodista para demostrar lo contrario si no quería verse en la calle de forma fulminante).

Pero de Amazon les iba a contar a “mis alumnos” del Isla de la Deva la última historia. La de Alexa, ese simpático artilugio que empieza a llegar a las casas con el que puedes interactuar y preguntarle por la mañana qué tiempo va a hacer en Asturias, por ejemplo, para ver si puedes hacer planes de playa o montaña. (Ahora iría a la ruina esa opción, claro). Pues bien, atentos a la historia.

En Estados Unidos, en donde no existe la Seguridad Social que nosotros tenemos en España, en donde la sanidad es universal y gratuita, hay millones de personas que no se pueden permitir ir al médico. Así como suena. O tienen que embargar sus bienes, sus casas, sus coches para pagarse una operación no demasiado complicada.

Bien, pues Amazon sigue ampliando su negocio. Uno de los últimos ha sido la compra de unos laboratorios farmacéuticos de primer nivel en Estados Unidos. Alexa (que es de Amazon) te escucha estornudar en casa y de forma automática, si tú le das el ok., te pone (hablamos de Estados Unidos) en contacto directo con un médico, que te diagnosticará según los datos que tú le des y te recetará una serie de medicinas. ¿De qué laboratorio? Del de Amazon, claro. El año pasado la cifra de negocio se elevó a 9.000 millones de euros.

En fin, la última parte de mi charla iba a estar dedicada a las redes sociales, en donde ‘mis alumnos’ se suman casi al cien por cien. Si en nuestro país los jóvenes entre 14 y 17 años suman 3,4 millones, los usuarios de redes sociales en esa franja de edad se elevan a 3,3 millones. Están prácticamente todos.

Las redes sociales cumplen ya un papel clave para socializar, con un gran impacto en el desarrollo personal e incluso en las conductas. Ofrecen enormes posibilidades, pero también encierran algunos riesgos que es necesario identificar y tener en cuenta. Bastaría solo con pensar en el significado de cuestiones como la protección de los datos personales, la privacidad, el honor y el derecho al olvido. (Todo lo que está en Internet nunca más se va a poder borrar). Por eso es importante que sepamos lo que sucede cada vez que abrimos una cuenta personal en una red social y facilitamos alegremente, y gratis, nuestros datos personales: nombre, edad, profesión, condición sexual, aficiones, teléfono, fotos… toda una galaxia de datos que empiezas a compartir, quieras o no quieras, de una forma o de otra, con todo el mundo. La teoría conocida como la de los ’Seis saltos’ viene a decir que gracias a las conexiones en cadena bastarían cinco intermediarios para llegar a la población mundial.

En fin, iba a intentar que la de mañana fuera una charla entretenida al menos, pero sobre todo muy informativa. Y hoy, cuando estamos la mayoría confinados en casa en plena lucha contra el coronavirus, viene bien una cuestión de la que también les iba a hablar a los alumnos del Isla de la Deva. Hay un anglicismo, otro más, que es el ‘phubing’ y que viene a significar el acto de ignorar a las personas que tenemos al lado por estar demasiado pendientes del móvil. Del wassap, diría yo en este caso. Y tenía apuntado textualmente como mensaje lo siguiente: “Fuera de vuestro teléfono, y del mío, hay vida. Hay amigos a los que en vez de felicitar su cumpleaños con un ‘guas’, aunque lo tengas a menos de dos metros de distancia, es mucho más saludable levantarte y darle un abrazo, demostrándole que le aprecias y que es importante para ti”.

Hoy, que tanto echamos en falta los abrazos, es un buen momento para recordar y recordarles a ‘mis alumnos’ que lo que debemos hacer es aprovechar al máximo todo lo que nos otorgan las nuevas tecnologías para nuestra comodidad, para nuestro entretenimiento y también para nuestra formación. Pero sin olvidar que son un medio y sin que eso suponga olvidar que ahí fuera existe el mar, la montaña, el aire puro y sobre todo, los amigos, la familia, “los otros”, esos que teníamos un poco abandonados y que estos días empezamos a valorar como esenciales en nuestras vidas.

Así que estimados Nacho y Francisco, queridos alumnos del IES Isla de la Deva, otra vez será. Cuidaros y cuidar a vuestros mayores.

Ánimo

Esto lo vamos a sacar adelante entre todos. #YoMeQuedoEnCasa

 

 

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Sobre el autor

José María Urbano, periodista, exjefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico. Jubilado. Este es un blog especial con fecha de caducidad. Nace a modo de diario de un jubilado confinado en casa, como la mayoría, por culpa de la crisis sanitaria del coronavirus, con el único objetivo de compartir alguna reflexión, alguna información y algún enlace que nos ayude a todos a sobrellevar esto de la mejor forma posible. Sin más afán que ese, huyendo a ser posible de la política y de la sobreexcitación informativa. Vamos a intentar pasarlo lo mejor posible. Curiosamente, este blog desaparecerá el mismo día que se decrete el final del confinamiento. Ese día nos iremos todos a la calle a celebrarlo