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José María Urbano

Diario de un confinamiento

Pommes frites

Reflexiones desde el #YoMeQuedoEnCasa

Día 25. 

7 de abril 2020

 

En mi intento matutino diario desde este confinamiento de llegar con mi bicicleta estática hasta Siero, hasta la gran rotonda, para que no me pierda, según me indica mi amigo Enrique González, he redescubierto que a esas horas el canal Viajar es una fuente de sorpresas y un acompañante extraordinario para conocer, aprender, estudiar y divertirse. Gratis total, mientras la máquina te indica las calorías que vas perdiendo, la velocidad a la que vas, los kilómetros recorridos –¡ay Siero, qué lejos me quedas todavía!– y el tiempo que llevas dándole al pedal.

Tras una semana de excelentes reportajes de arquitectura –el Top 10 del mundo de plazas, jardines, edificios, iglesias y torres de comunicación– me sorprende un simpático programa de la disputa entre Francia y Bélgica sobre dónde se fríen y comen las mejores patatas fritas. Realizado con una extraordinaria calidad y rigor, el programa trata de analizar desde numerosos puntos de vista el quid de una cuestión que no es menor. Es como si a los españoles nos plantearan quién inventó y quién hace las mejores paellas del mundo. Ya solo faltaba que salieran los franceses a reivindicar algo en esta cuestión, ellos que las venden ya hechas en mercados excepcionales como el de Rennes, ‘adornadas’ con chorizo. Guardo alguna foto como testimonio.

Lo de las patatas fritas parece que es un invento belga –su lema gastronómico se sustenta en las patatas, los mejillones y la cerveza– pero cuando las descubrieron los americanos en la Primera Guerra Mundial y como los belgas “hablaban francés”, decidieron que las patatas fritas también eran francesas. Un razonamiento digno de Trump, en fin…

Pero volviendo al programa, la historia que se contó con todo tipo de testimonios razonables, abarcando todo un espectro de sectores involucrados, a nadie le iba la vida en ello, pero todo el mundo se lo tomaba en serio. El propio programa se encargó de hacer un concurso entre cocineros de los dos países, con un jurado competente, para saber cuáles eran las mejores patatas fritas del mundo, si las francesas o las belgas.

Al final, un profesor de Universidad francés, que había explicado en su clase, tirando de pizarra, las propiedades nutricionales y beneficios de la patata, respondió a la pregunta clave en la que tenía que elegir. Y la suya fue una respuesta digna de un profesor universitario, y sobre todo de una persona cabal: “¿Por qué tenemos que elegir? Aprovechémonos de que las patatas fritas francesas son muy buenas y las belgas también. Comamos y disfrutemos de las dos”.

Mientras pedaleaba camino Siero, pensé que el programa ya iba a terminar ahí, con esa sentencia que a mí me había parecido genial. Pero no, aún había más. La última pregunta fue para un crítico gastronómico. ¿Francesas o belgas? Y esto fue lo que dijo: “Peruanas”. “Si no fuera porque las patatas son un producto de Perú, importado a Europa, no tendríamos patatas: ni francesas ni belgas”.

Frené en seco de la impresión. Pensé en primer lugar que menos mal que en el programa nadie había preguntado por las patatas gallegas, porque sino ya tendríamos un lío diplomático armado, pero sobre todo, ahora que estamos todos confinados, con la sensibilidad a flor de piel, pensé: ¡Cóño qué lección. Si en ese nuevo mundo que ojalá aparezca después de la tragedia que estamos padeciendo todos fuéramos capaces de entender que lo importante no es quién es quién, sino que todos somos todos, y que de lo que se trata es de ayudarnos y beneficiarnos de lo que cada uno, cada país, es capaz de ofrecer, algún día nos acordaríamos del Covid 19 como aquella pandemia que nos ayudó a alumbrar un mundo nuevo, con otros valores! Y con una nueva capacidad para entender que necesitamos de bien poco para ser felices. ¡Ahora, que añoramos una puerta abierta!

Y las patatas fritas nos sabrían a gloria, las francesas, las belgas y las gallegas (consulté para escribir estas líneas si las patatas gallegas eran las mejores, en sus variedades Kennebec, Baraka o Agria, y ya alguien cercano me dijo: las asturianas, las de Grao, por ejemplo, son mejores). Bueno, pues a Grao al mercado del domingo y ya está. (Me veo obligado a editar el texto a los pocos minutos de cerrarlo porque ya recibo una admonición: “De toda la vida las mejores patatas y les fabes son las de Carreño”. Ya la lié. Espera que lean esto los de Los Cabos, Pravia, y otros.

Estaba en esto cuando recibo un mensaje de Francisco Álvarez-Cascos, que dice así: “Buenos días. Ante la campaña ‘informativa’ que estamos padeciendo es bueno recordar que, aunque Cervantes no era presidente del Gobierno ni Don Quijote jefe de ninguna Comisión de Expertos, ya acertaron en sus ‘previsiones’ hace cinco siglos: ‘Sábete Sancho, que todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que habiendo durado mucho el mal, el bien ya esté cerca’. El Quijote. Parte 1ª. Cap XVIII”.

Definitivamente abandoné la bicicleta y quedé lejos de Siero, pero me fui a la ducha pensando que si somos capaces de aplicar la cordura a todo esto y olvidarnos de dónde son las ‘pommes frites’, igual alumbramos entre todos un mundo mejor. Y como dice Álvarez-Cascos, “el bien ya está cerca”.

Ánimo.

Esto lo vamos a sacar adelante entre todos. #YoMeQuedoEnCasa

 

 

 

 

 

 

 

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Sobre el autor

José María Urbano, periodista, exjefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico. Jubilado. Este es un blog especial con fecha de caducidad. Nace a modo de diario de un jubilado confinado en casa, como la mayoría, por culpa de la crisis sanitaria del coronavirus, con el único objetivo de compartir alguna reflexión, alguna información y algún enlace que nos ayude a todos a sobrellevar esto de la mejor forma posible. Sin más afán que ese, huyendo a ser posible de la política y de la sobreexcitación informativa. Vamos a intentar pasarlo lo mejor posible. Curiosamente, este blog desaparecerá el mismo día que se decrete el final del confinamiento. Ese día nos iremos todos a la calle a celebrarlo