Reflexiones desde el #YoMeQuedoEnCasa
Día 33.
15 de abril 2020
Vistazo rápido a mi periódico, El Comercio-La Voz de Avilés, y a alguno más tan serio como el mío –yo, como periodista también me avergüenzo de alguna prensa y de algunos periodistas – y cabreo asegurado. Es el único momento del día en que me permito esa licencia y luego corto, más que nada por salud, porque ya solo faltaba que mi tensión se desequilibrara por culpa de esa ingente banda de políticos que pueblan el mundo, que deben ser los únicos que no se han enterado de que estamos ante una pandemia que no tiene precedentes y que nos deja la muerte de miles de personas y con una posible destrucción posterior como planeta si no se unen para buscar soluciones.
Así que analizo rápido el panorama. Lo cercano va bastante bien. El Gobierno regional y los ayuntamientos están trabajando bien y ahí están los resultados. Los matices son eso, matices.
Voy a España. Leo que ha habido control del Gobierno en el Congreso. Ni idea. No me interesa el circo. La última vez que fui a un circo fue cuando vino por primera vez el Cirque du Soleil a Gijón y disfruté un montón. Así que cuando vuelvan igual repito.
Leo que Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, ha convocado para mañana jueves al líder de la oposición, el señor Casado, para iniciar las conversaciones sobre ese remedo de Pactos de La Moncloa, y que el señor Casado se ha enterado de la cita por los periódicos. Como nadie lo ha desmentido, tiene visos de ser verdad. Así que voy a repetir, con mi compañera periodista Laura Mayordomo, una frase antológica que siempre copio de ella: ‘homenomejodas’.
Observo que Pablo Iglesias todavía no ha dimitido, algo que no deja de sorprenderme en una persona tan coherente como ésta. Después de utilizar twitter ¡ese estercolero! para pedir la abolición de la Monarquía y que ¡Viva la República!, y de paso que desaparezca el Ejército, no entiendo qué pinta en este Gobierno ocupando el cargo de vicepresidente segundo (como Sánchez coja un catarro que conlleve incapacidad temporal –médica– podría hasta ocupar la Presidencia, ¡madredelamorhermoso!). Y no, no se ha quedado ya en su casa tras haber firmado su dimisión. Un vicepresidente del Gobierno que llama una vez más a la rebelión para cargarse la Constitución que él prometió cumplir anteayer delante del Rey, ¡qué clase de discurso nos lanza a los demás en este momento! En todo caso, nada de qué asombrarse: este vicepresidente del Gobierno de España es el mismo que protagonizó el mayor esperpento político de la historia moderna de este país cuando sometió a referéndum entre sus bases si él y su señora se podían comprar un chalet sólo al alcance de la casta, muy casta, contra la que él se presentó en sociedad para arramplar con una serie de votos que le fueron concedidos gracias a la buena voluntad de la gente, en un momento de hartazgo del saqueo de las cuentas públicas por parte de ese PP –no fue el único– que ahora exige, a través de su máster, que caiga este Gobierno.
Dicho lo anterior, uno todavía distingue entre los que están al frente de esta tragedia y trabajan para buscar soluciones, y los que, como el máster, se dedica a hacerse fotitas leyendo un libro (al menos sosteniéndolo entre sus manos) en el salón de su casa posando. De los de las pistolas prefiero no hablar.
Y en fin, salgo al mundo y me encuentro con ese monumento a la simpleza, a la zafiedad, de nombre Donald Trump. Ese individuo que ha llegado a presidente de Estados Unidos (porque le votaron los norteamericanos, eso sí) y que después de desconcharse de ese “resfriado”, se encuentra con que los muertos en su país no tienen parada, y entonces necesita (no porque lo piense, sino porque las elecciones están a la vuelta de la esquina) disparar contra todo lo que se menea: el ‘virus chino’, la inteligencia rusa, los Gobernadores de un Estado federal que le sobran porque “aquí mando yo”, y hasta tiene tiempo de fijarse en España para decir eso de “¿pues no parece que le vaya muy bien, ¿no?”. Este monumento a la estulticia (en política deberían ser obligatorios los test de inteligencia, allí y aquí, y seguro que ni él ni otros/as iban a pasar el corte, ni aquí ni allí) ha encontrado en la Organización Mundial de la Salud una nueva diana para tapar sus propias vergüenzas. Y como yo lo valgo, decide que en plena crisis global de una pandemia que lleva millones de afectados, retira la asignación de su país a la OMS, cifrada el año pasado en 533 millones de dólares, que es un pico sobre los 6.000 millones de dólares que tiene de presupuesto bianual la organización internacional. La razón: estos de la OMS son prochinos. Hala, ya está, mañana a ver qué estupidez se me ocurre.
Así que, querido lector de este diario, (me consta que uno como mínimo lo lee y a él me entrego en cuerpo y alma todos los días), hecho el repaso mañanero, me voy a mi rutina diaria. Lectura, música, ventana, oír a los pájaros como nunca, ver pasar coches, responder correos, hacer llamadas, procurar que el wassap no estalle un día de estos, tomar una cerveza (se me acabó la manzanilla, habrá que volver a Sanlúcar) en la ‘terraza’ de mi casa mirando al Gorfolí, pelearme con la bicicleta estática a ver si un siglo de estos llego a Siero, gastar el parquet de pasillo y habitaciones caminando, comer como un señor en el ‘tres estrellas Michelín’ de la cocinera de esta casa, que coincide que es mi esposa –el cincuenta por ciento de este confinamiento- y ya por la noche, películas, series, gente que te divierte como Buenafuente y cía… y hala, a dormir, un día menos para salir de este disparate.
Porque una cosa tengo clara. Me podría haber leído todas las obras de ciencia ficción de los padres de este género, como Verne, Asimov, Clarke, Orwell, Huxley o Wells, y de cincuenta más, pero jamás en esas páginas habría encontrado algo tan surrealista como verme yo mismo esta mañana, tras llegar un pedido de la frutería, lavar con agua y unas gotas de lejía plátano por plátano, manzana por manzana, pera por pera, tomate por tomate… ¿Pero qué coño de película es ésta?
La cocinera riojana ‘tres estrellas Michelín’ que tengo en casa (yo acompaño en hacer ensaladas, pongo y recojo la mesa, preparo el vermut y el pincho, cada uno hace lo que puede y sabe) decidió hoy hacerle una paella a un cuñado mío (o sea, su hermano) que vive un piso más arriba que el nuestro, un tipo autosuficiente y suficientemente preparado en todo, incluidos los fogones. Pero bueno, la hermana le quiso hacer hoy una gracia: paella individual, solo para él. Le llamé yo para decirle que ya estaba lista, que podía pasar a recogerla. Y su hermana le había dejado la paella metida en una bolsa, junto con un par de cosas más. Se la dejamos en el felpudo, dejamos la puerta abierta y cuando bajó hablamos con él desde dentro, a no menos de cuatro metros. Repito: ¿pero esto qué coño de novela de ciencia ficción es? ¿Es seguro que esto es real, que no es un mal sueño?
Pues eso, como para que encima todos estos políticos nos inviten a asistir a su circo, sin darse cuenta que nos estamos empezando a poner de muy mal humor. Piénsenlo un poco, no vaya a ser que esto estalle.
Cuando salgamos de casa. Volveremos a hacer rutas por Asturias, seguro. Y una de ellas, espectacular, puede ser la de los Lagos de Saliencia. Subir en coche al Alto de La Farrapona, ponerte a caminar, encontrarte con el Lago de la Cueva (en la imagen), subir una cuesta guapa e ir al encuentro de los otros lagos. Volver y bajar al pueblo para comer, a la hora que sea, en el Albergue de Saliencia, en donde si has resistido bien la caminata igual te ‘remata’ el menú o un cachopo para media docena de personas. Claro que habrá que volver. (Foto: José María Urbano).
Ánimo.
Esto lo vamos a sacar adelante entre todos. #YoMeQuedoEnCasa