Reflexiones desde el #YoMeQuedoEnCasa
Día 35.
17 de abril 2020
Da lo mismo que un día te relajes entrando en el debate de si la tortilla de patata debe llevar cebolla o no o si las patatas gallegas son mejores que las asturianas. Está visto que el respiro no va a durar más de 24 horas porque, aparte del agobio que supone leer el parte diario de fallecidos y contagiados por este virus, siempre va a haber más cosas añadidas que te alteren el pulso.
O que alucines. Y ya no me refiero a los políticos, a algunos políticos que después de 35 días de encierro todavía no les hemos escuchado ni una sola propuesta sanitaria, económica o social para colaborar en atajar los efectos de una pandemia global. Global, no la de la calle de al lado. Ni una sola propuesta. A mí, y me voy a reafirmar estos días más que nunca, me importa un bledo la bandera, la bandera a media asta, la corbata de luto y los tres o mil días de luto oficial. Un bledo. Me importa simplemente que la gente no se siga muriendo.
Mientras tanto, este Gobierno sigue batiendo récords de futilidad. Un Gobierno al que no hay que decirle lo que está pasando porque, bien o mal o regular, está afrontando prácticamente en solitario la gestión de esta pandemia, algo que hay que reconocerle siempre, lidiando con una oposición deleznable y algunas comunidades autónomas permanentemente a la contra, nos obsequia con una propuesta, a modo de globo sonda y a través del CIS para conocer la opinión de la gente de si en este momento no se debería coartar la libertad de información, la libertad de expresión, para que los medios de comunicación sólo dieran noticias oficiales (del Gobierno) sobre la pandemia, con el objetivo de “acabar con los bulos y las noticias falsas”.
Empecé a trabajar en un periódico cuando todas las noches había que llevarle la “prueba” a un señor que vivía en la calle de La Cámara a ver si daba el visto bueno de lo que se iba a llevar a los quioscos para su venta al día siguiente. Hay una generación entera de periodistas que sabemos de qué se está hablando. Y no creo recordar en ese tiempo –salvo una multa por hablar del Sahara cuando estaba “terminantemente prohibido” después de la Marcha Verde-, una tentación tan grosera como ésta para controlar la información. En aquellos tiempos el buen periodismo se escribía entre líneas para salvar al delegado de turno, que de vez en cuando llamaba y se despedía con el clásico “un abrazo querido amigo”. Está todo inventado.
La libertad de expresión está reconocida en la Constitución Española de 1978, que es muy clara en su artículo 20 cuando señala que estas libertades tienen su límite “en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia”.
Y a partir de ahí todos sabemos que hay periodismo amarillo, periodistas indeseables, gente que miente, que propaga bulos, que hasta cobra por difundir falsedades. En primer lugar, en el criterio de cada uno está la libertad de si esa prensa o esos medios de comunicación y esos periodistas infames gozan o no de alguna credibilidad. Allá con el criterio personal de cada uno. No somos niños ni ingenuos. Otro problema es que este Gobierno confunda las redes sociales con los medios de comunicación, algo que no sería de extrañar porque esos mismos políticos se refugian en alguno de esos ‘estercoleros’ para lanzar sus consignas.
Y a partir de ahí, el Gobierno, como cualquier ciudadano de este país, tiene en su mano recurrir a la Justicia, amparándose en el Código Penal. ¿Una infamia, una calumnia, una persecución constante, un presunto delito de odio, otro de llamamiento a la rebelión, otro más de amenazas “de fusilamiento”? Muy fácil. La Fiscalía General, incluida la de Asturias, tiene que intervenir de oficio. O sino, el Gobierno en su conjunto o cada miembro de forma individual se presenta en el Juzgado y presenta la correspondiente querella.
No hay más. Determinadas empresas van a seguir contratando para sus tertulias a gente acostumbrada a vivir en el fango de chiringuitos varios. Algún periódico va a seguir haciendo campaña para que caiga este Gobierno, manipulando la información, exacerbando el ánimo de la gente. Pero eso siempre ha existido, lo mismo que algún chantaje subliminal, incluso grosero, con la mano tendida para recibir la compensación por el silencio o por un mejor trato al Gobierno de turno.
Por eso siempre me he sentido orgulloso de pertenecer a un periódico, La Voz de Avilés-El Comercio, en donde la profesionalidad ha ido ligada siempre a la decencia empresarial, personal y colectiva.
La libertad de información, la libertad de expresión, no se toca en un Estado democrático. Jamás. Porque lo que sobran son resortes para defenderse de todos los indeseables que también existen en el periodismo. Y ahí es donde tiene que intervenir la Justicia, nunca la censura.
En plena pandemia sanitaria nos llega una de esas clásicas bofetadas del “yo voy a lo mío, los demás que se arreglen”. La venta por parte de Parter Capital de la dos plantas de Alu Ibérica de Coruña y Avilés a un grupo llamado Industrial Riesgo para que se haga cargo a partir de ahora de la gestión industrial es un canto a ese capitalismo salvaje que, o lo rectifica esta pandemia a nivel global cuando salgamos de ella, o va a seguir provocando una mayor pobreza y una destrucción del estado de bienestar que tanto había costado conseguir en el mundo occidental.
Parter Capital, un fondo de inversión suizo, se hizo con las plantas de aluminio a coste cero. El anterior propietario, Alcoa, no sólo se las traspasó gratis, sino que aportó una cantidad de entre 40 y 50 millones de euros por cada fábrica, cerca de 100 millones en total, para que el nuevo propietario pudiera afrontar ese plazo de dos años que se concedió en el acuerdo firmado para mantener todos los puestos de trabajo, 328 en Coruña y 286 en Avilés. Para que Parter Capital se adjudicara la propiedad de las dos fábricas, Alcoa y el Gobierno de España habían desestimado otras ofertas de grupos como Liberty, Quantum e incluso Industrial Riesgo. Unas porque solo querían hacerse cargo de la planta de Avilés –a mí me parece bien la solidaridad si al final la asume todo el mundo en idénticas condiciones– y otros porque establecían condiciones que no beneficiaban a los trabajadores. Leo en La Voz de Galicia que Industrial Riesgo, por ejemplo, quería imponer el traslado de trabajadores gallegos y asturianos a Holanda entre un año y veinte meses.
A través de un correo electrónico, el responsable de Operaciones de Alu Ibérica, Günter Goldhammer, comunica este martes la operación de venta de un 75 por ciento de las acciones a Industrial Riesgo.
Y surgen las dudas. Si esta operación, como se ha dicho, empezó ya a negociarse al mes o dos meses de llegar Parter a las dos fábricas de Alcoa, nos encontramos ante un engaño al Gobierno de un país, puesto que el objetivo por parte del fondo suizo era claro desde el principio para poner Alu Ibérica en manos de Industrial Riesgo. Y por otro lado, si Parter Capital ha estado afrontando los gastos por mantener la plantilla gracias a los casi 100 millones de euros que puso Alcoa para cerrar esta operación, significa que hasta este momento todo le ha salido gratis y que ahora abandona llevándose las ganancias de la venta de un 75 por ciento de la empresa. Es decir, salvo que nos cuenten de verdad los detalles, lo que ha venido siendo un pelotazo económico de toda la vida.
Industrial Riesgo se ha metido en esta operación a través de una sociedad de inversión propia, System Capital Management S. L., con sede en Ucrania. Y dice que va a hacer de Coruña y Avilés el “polo industrial de aluminio secundario verde más importante de Europa”. De las plantillas de trabajadores no ha dicho nada todavía. En este momento, los hornos de refusión de Coruña y Avilés, que es lo único que está funcionando y además ganando mucho dinero, dan empleo a unos 80-90 trabajadores por planta. Los demás siguen “a la espera” de que se abran las cubas electrolíticas, algo cada día más lejano. Mucho van a tener que explicar Parter, Industrial Riesgo y el Ministerio de Industria para convencer a todo el mundo de que no estamos ante un escándalo económico de primera magnitud.
Y ya, queridos amigos, para cerrar este día de noticias alucinantes, leo que EdP, esa empresa eléctrica que me envía el recibo de la luz, a mí como a tantos asturianos, anuncia en este momento tan emotivo para todos que se dispone a repartir unos dividendos de 695 millones de euros entre sus accionistas.
EdP es esa empresa que en los meses de septiembre, en los que ha habido ocasiones de estar fuera de mi domicilio los treinta días, me pasa la misma factura que la del mes anterior, incluso más. Con lo cual, voy a esperar a ver qué será de mí cuando llegue la siguiente factura, en donde deberán recogerse coladas diarias de lavadora a 60 grados por ‘imperativo’ de la pandemia, lavavajillas a tope, 24 horas del día viviendo en casa desde hace 35 días… Y la verdad es que hasta el momento no he les he escuchado ni a los gestores de EdP ni a sus accionistas el que fueran a tener un ‘detalle’ con los consumidores, sus queridos clientes, en este crucial momento. Por colaborar un poco, vaya.
Pero bueno, milagros no, por favor. No sé vosotros, pero yo tampoco he escuchado a mi plataforma digital, ni a ninguna otra, que me vaya a descontar en la próxima factura el importe especial que se paga todos los meses por tener todos los partidos de fútbol de la Liga y la Champions, que como se sabe también han sido ‘víctimas’ del confinamiento. O un descuento por el uso masivo y en ocasiones obligatorio de la red por este ‘enchiqueramiento’ obligatorio..
En todo caso son datos todos ellos para seguir alucinando un poco más en esta novela de ciencia ficción en la que todos somos protagonistas.
Cuando salgamos de casa. Una buena excursión en nuestro paraíso natural será subir al Angliru. Allá cada cual y sus ganas de odisea. En todo caso, si se acepta el reto, uno puede encontrarse con esta imagen que nos sugiere dos cosas: extasiarse con el espectáculo de las nubes o consolarse de que mientras las observa, se ‘olvida’ durante unos minutos de lo que pasa allá abajo. (Foto: José María Urbano).
Ánimo.
Esto lo vamos a sacar adelante entre todos. #YoMeQuedoEnCasa