Reflexiones desde el #YoMeQuedoEnCasa
Día 41.
23 de abril 2020
Me levanté esta mañana, Día de Libro, acordándome del mejor profesor que tuve en la Universidad de Oviedo, José Luis Atienza, que en mi caso y en el de numerosos compañeros nos amplió los estudios de francés en el aula y los de la vida fuera de ella. Y rápidamente recordé aquellas clases en las que el idioma era la disculpa para estudiar a fondo autores como Camus y Sartre, sus obras, sus polémicas, sus enfrentamientos.
En estos días de confinamiento se ha vuelto a rescatar la figura de Albert Camus, sobre todo por su libro La peste, basada en la epidemia de peste bubónica que asoló una ciudad como Orán, en Argelia, y considerada como la obra cumbre del existencialismo, pese a que Camus nunca se reconoció en esa corriente filosófica y sí más cercano al absurdismo, aunque siempre se habla de la influencia del existencialismo alemán en su pensamiento.
De las obras del que fuera Premio Nobel en 1957 destaca El extranjero y El hombre rebelde, que se considera su ruptura con el marxismo y el existencialismo, precisamente el que provocó su polémica con Jean Paul Sartre. En el primero, Camus hace gala de su pesimismo, pero un pesimismo no derrotista, sino el que no acepta la indignidad, la injusticia y la represión. El que plantea una lucha, como llegó a señalar Mario Vargas Llosa sobre su obra, “para ser dignos, respetados y libres”.
Me metí por la mañana por estos vericuetos y cuando llegó la tarde tomé la decisión de que hoy no iba a escribir en este diario. Tras leer bastante cosas, dentro y fuera de este país nuestro, llegué a la conclusión de que hoy iba camino de caer en la depresión. Hay pocas noticias buenas, dentro y fuera, porque por muchas explicaciones que te den y que tú trates de encontrar, al final acabas como todo el mundo: todo son preguntas, pero nadie te da respuestas. Y esa incertidumbre es la que te machaca más allá de que lleves 41 días ‘enchiquerao’ en casa y tengas ganas de salir a la calle. La incertidumbre que crea el que te recuerden que estamos ante una epidemia sanitaria que sucede una vez cada siglo y ante una crisis económica que nos lleva a la Gran Depresión de 1929, que provocó la gran epidemia económica con paro, pobreza y sufrimiento en todo el mundo.
Así que decidí llamar a un par de amigos, un médico y un jubilado entusiasta, a ver qué impresión tenían ellos para ver si eran capaces de sacarme del atasco. Sendas videollamadas, que es algo positivo que estamos sacando de esta situación, porque eso de vernos las caras en este momento tiene efectos ‘curativos’.
Al final, más allá del ruido cada vez más infernal de algunos, con llamamientos que empiezan a meter miedo, al menos en nuestro país, hay una coincidencia general en que el espanto de la epidemia y sus catastróficas consecuencias en número de afectados y fallecidos, está dando paso a otro espanto: el de empezar a pensar qué va a suceder mañana cuando se logre controlar el virus. Qué va a suceder en nuestro entorno familiar, el de los amigos, el de la sociedad en general, el de tanta gente conocida que empieza a darse cuenta de que la recuperación va a ser dolorosa para muchas personas.
Coincidencia en la mala suerte que tenemos con esta clase política egoísta, cerril, incapaz de dejar a los muertos en paz y de no utilizarlos para sus peleas diarias. La poca esperanza de que esto vaya a cambiar en ese sentido para pasmo de propios y extraños. El espectáculo de Estados Unidos y su presidente. La coincidencia en que España no es un caso único en el mundo y que más o menos está igual que el resto de países, con aciertos y con errores, con un Gobierno que no sabes si comunica pésimamente o miente directamente, con todas las sospechas del mundo sobre esos “expertos” que originan un espectáculo como el del anuncio de la salida de los niños a la calle…
-Oye, pues tampoco es que me estéis levantando mucho la moral… Vaya par.
-Bueno, pero tú sigue escribiendo el diario, el de estos dos días últimos nos hizo reír bastante. Y sigue publicando fotos para luego ir a hacer las rutas.
Así que pienso que les voy a hacer caso y, aunque bastante más tarde de lo habitual, voy a seguir hoy con este diario, aunque seguramente alguno estará pensando que qué buena oportunidad para ver si me entraba la ‘depre’ en serio y lo cerraba definitivamente.
Y me ha dado por pensar que ante una situación tan dramática como ésta no podemos caer en la negatividad. Como decía Albert Camus, no caer en manos del pesimismo derrotista. Protestemos contra la indignidad y la injusticia, pero frente al miedo también está el optimismo. Pensemos que llegará la curación, la vacuna contra este virus, y antes unos tratamientos que eviten tanto sufrimiento y corten los índices de mortandad. Pensemos que al final todos los países entenderán que esta crisis global solo podrá ser atajada con el esfuerzo y las ideas de todos; que China y Estados Unidos se pondrán de acuerdo porque, entre otras cosas, saben que se necesitan; que la Unión Europea –los comienzos de ayer no fueron demasiado halagüeños– se dará cuenta de que o crece en esa unión o pondrá en riesgo a un continente entero. Que el dolor de esta pandemia hará que se extienda una ola de solidaridad en el mundo; que nos hayamos dado cuenta de la necesidad de cuidar el planeta; de que tendremos una naturaleza más sana. Que cambiarán nuestros hábitos de consumo, pero eso creará también otras formas de trabajo y de riqueza. Que los que fomentan el odio y la división al final van a quedar retratados y se van a quedar solos. Que habrá una idea global de acabar con las desigualdades y el mundo a diferentes velocidades; que seremos capaces de atajar el hambre para que 265 millones de personas no estén en riesgo en este momento. Y que, en fin, se abrirá paso lo importante en nuestras sociedades: la sanidad, la ciencia y la educación.
Y, como en La peste de Albert Camus, el virus “desapareció de repente”, pero que nadie olvide que permanecerá siempre ahí, recordándonos que puede surgir en cualquier momento si no somos capaces de aprender de lo sucedido para no volver a repetir los mismos errores.
Así que me voy a quedar hoy con el último mensaje de los amigos: irnos en cuanto podamos a un área recreativa a hacer una ruta y a comer unos pimientos que preparará la cocinera riojana ‘tres estrellas Michelín’ de esta casa.
Creo que ese va a ser un plan mejor que el que me planteó ayer la jefa de Internet de este periódico, Cristina Tuero, que, agobiada de trabajo y muy gijonuda ella, me dijo: “Cualquier día de estos voy a ir a Alcampo, compro una caja de vino y me la pongo como goteru”. Tal cual.
Cuando salgamos de casa. Como el plan es ir con los amigos a un área recreativa, no sería mala idea elegir ésta, que está en Los Oscos, otro de los lugares maravillosos de nuestro Paraíso natural. Absolutamente recomendable. (Fotografía: Área recreativa de Ferreira, Los Oscos).
Ánimo.
Esto lo vamos a sacar adelante entre todos. #YoMeQuedoEnCasa