>

Blogs

José María Urbano

Diario de un confinamiento

Obrigado

Reflexiones desde el #YoMeQuedoEnCasa

Día 43. 

25 de abril 2020

Cuatro salidas en cuarenta y tres días, tres de ellas a menos de 50 metros para tirar la basura, me sitúa en el grupo de personas que estamos confinados de verdad, cumpliendo a rajatabla lo que se nos ha pedido por parte del Gobierno. Afortunadamente hay mucha gente en el pequeño comercio que lo está haciendo muy bien en Avilés y eso te permite tener cubiertas las cuestiones básicas de alimentación e higiene –por ejemplo, en esta casa el pan se congela para no tener la disculpa de una de las salidas diarias y si se acaba hay pan tostado–, por lo que seguiremos así hasta que nos digan, aunque echemos de menos tantas cosas que ahora no tenemos…

No me siento por ello atropellado en mis derechos, ni tengo la sensación de vivir en un estado de sitio (sí en uno de alarma por una pandemia que afecta a todo el planeta), ni percibo que el sistema se esté viniendo abajo. Bien al contrario, se sigue demostrando que este es un país serio, moderno, con muchos problemas –que ya teníamos antes­–, y en general con muchas personas al frente de las instituciones, todas, que intentan hacerlo lo mejor posible y que han demostrado hasta ahora la sensibilidad suficiente como para no dejar a nadie tirado. Otra cosa distinta es que sepamos reconocer que no somos un país con las fortalezas económicas de otros referentes europeos –sólo con pensar que el turismo y sus servicios son la  principal base de la economía (15% del PIB) y el empleo ya serviría para reflexionar sobre ello- y que por lo tanto nuestros recursos necesitan la ayuda imperiosa de una Unión Europea que no nos castigue con solventar en solitario una catástrofe de estas dimensiones, muchísimo mayor que la que en 2008 arruinó economías y valores en esta sociedad.

De repente ha llegado una pandemia, originada por un virus que hasta los científicos no acaban de controlar por sus efectos, y nos damos de bruces con nuestra realidad, que en general no es distinta a la de la inmensa mayoría de los países occidentales, aunque nosotros tengamos algunas especificidades. Estos días hemos descubierto por ejemplo que todos los países, todos los Gobiernos, tenían encima de la mesa estudios y avisos sobre la posibilidad de que una pandemia como ésta pudiera llegar en cualquier momento. Y nadie hizo caso,  países como Estados Unidos o Francia, según han reconocido  ellos mismos, obviaron esos estudios, cuando no los metieron en un cajón directamente. Tampoco en España se avanzó en este sentido, al revés, se fue en la dirección contraria cuando hemos asistido, sin rechistar, a los recortes presupuestarios en sanidad, educación y ciencia. Sin rechistar, ¿vale? En Madrid gobierna el PP porque lo han votado los madrileños. En Cataluña gobierna Torra porque lo han votado los catalanes. En Asturias lo hace Barbón porque así lo han querido los asturianos. Y al inquilino de La Moncloa lo han elegido los españoles. Esto, que parece de Perogrullo, conviene no perderlo de vista ahora, cuando “todos sabíamos” lo que estaba pasando.

En el caso de España me sorprende un poco la falta de autocrítica general sobre la sanidad de nuestro país. Y que no se haya reparado en que el Ministerio de Sanidad se convirtió hace tiempo, años, en un ministerio ‘maría’, prácticamente sin competencias y sin personal, mientras cada una de las diecisiete autonomías de este país ponían en marcha un sistema sanitario propio.

Ojo, esto no es una crítica. Sencillamente porque la descentralización  nos ha permitido, por ejemplo en el caso de Asturias, gozar de un sistema que nos ha posibilitado el disponer de un hospital, un señor hospital, no cualquier cosa, a una distancia de 30-40 kilómetros de cada domicilio, accediendo a cada uno de ellos, por cierto, en vías de doble carril, autopistas o autovías libres. Con una sanidad universal y gratuita para todo el mundo. También para los ‘sin papeles’, porque en los hospitales se curan personas, seres humanos sin DNI, aunque esto no lo entiendan los fascistas.

Ha tenido que llegar ahora una pandemia de las que asolan al mundo una vez cada siglo para darnos cuenta de que el Ministerio de Sanidad se ha tenido que poner al frente de esta pelea partiendo casi desde cero. Y comprobar que ninguno de los diecisiete sistemas sanitarios de las autonomías estaba preparado para afrontar un reto de esta magnitud.

Y es ahí donde sería conveniente por el bien de todos que pensáramos que nadie, absolutamente nadie, estaba preparado para esto y que por lo tanto ha habido errores, por supuesto que sí, pero deberíamos reflexionar sobre el ingente trabajo de miles de personas, desde el propio Gobierno de la nación hasta el último funcionario, para garantizar que el sistema siga en pie. A veces llama un poco la atención esa frivolidad de alguno cuando reclama medidas inmediatas, cada cinco minutos, como si cada acuerdo del Gobierno, cada disposición ministerial, por minúscula que pudiera parecer, no requiriera antes todo un estudio jurídico impresionante precisamente para garantizar que el sistema no se venga mañana abajo ante una avalancha de reclamaciones. Ya han aparecido estos días los buitres revoloteando.

Por eso, 43 días después de estar materialmente confinado en casa, sin una sola licencia, no he variado ni un ápice el propósito de cuando empecé a escribir este blog personal. Llegará el tiempo de pedir explicaciones a este Gobierno y a todos los gobiernos, las urnas se encargarán de ello, como corresponde a un país democrático, pero ahora toca, sin obviar ninguna crítica presidida por el raciocinio y el sentido común, colaborar cada uno en la medida de sus posibilidades a que esto pase rápido y con las  menores heridas posibles en el plano personal y también en la propia sociedad. El daño que están haciendo sobre todo las redes sociales para la convivencia –ahora virtual, mañana en la calle– nos puede volver a pasar factura en este país. No hace falta añadir nada más.

Ayer recogía en este diario unas reflexiones de Bill Gates sobre la pandemia del Covid 19. “La situación cambia todos los días, hay mucha información disponible, gran parte contradictoria, y puede ser difícil dar sentido a todas las propuestas e ideas que usted puede escuchar sobre el virus”. O  respecto a la necesidad del confinamiento: “Abrumadoramente, la respuesta es sí. El cambio nos permitió evitar muchos millones de muertes y la sobrecarga extrema de los hospitales, lo que también habría aumentado las muertes por otras causas”. Y finalmente sobre el desconfinamiento: “Algunas personas querrán que las restricciones se levanten más rápidamente y pueden optar por romper las reglas, lo que pondrá a todos en riesgo”.

Leo en ‘El país’ una entrevista en profundidad con Pedro Duque, ministro de Ciencia e Innovación, que señala cosas como ésta: “Yo respondo muchas veces que el Gobierno de España, las instituciones, todo el mundo se ha movido a una velocidad tan vertiginosa que quien no está dentro, no se da cuenta de lo asombroso que es lo rápido que hemos hecho las cosas”.

Uno echa un vistazo por encima a lo que ve en Asturias estos días y observa que el Gobierno regional no ha cedido ni un minuto en sus obligaciones, tratando de amoldar todos sus departamentos, todos sus efectivos, a la nueva situación generada por la pandemia, empezando lógicamente por la Consejería de Sanidad. Veo al presidente del Principado absolutamente confinado en su despacho y en las austeras dependencias –las conozco– de Presidencia.

Yo veo a mucha gente trabajando, aportando ideas, y ya no me refiero solo al mundo de los profesionales de la sanidad, los de Protección Civil, las Policías Locales, el Ejército, la UME, los primeros héroes de esta situación. Es que también veo moverse al Grupo Idepa, al CTIC, a Idonial, a empresas privadas poniendo a disposición de la sociedad sus centros tecnológicos, como ha hecho ArcelorMittal, Thyssen y otros muchos; yo veo a la Fade reunirse y aportar propuestas y soluciones; lo mismo que las tres Cámaras de Comercio o Femetal; he visto a CC OO presentar un documento con un ‘Plan de recuperación’ formado por 50 propuestas concretas; he visto otro documento de UGT aportando soluciones para los Ertes; he visto a los dos sindicatos y a otros negociando las mejores condiciones para los trabajadores de grandes empresas como ArcelorMittal, Alcoa o Saint-Gobain, pero también para mejorar las condiciones de los trabajadores del sector servicios; he visto a una patronal como Otea proponiendo un buen montón de cuestiones, lo mismo que la UCAYC en Avilés y Comarca. Yo he visto a los alcaldes, alcaldesas, que no paran de trabajar ni un solo día para que los Ayuntamientos sigan funcionando para ser el gran sostén de las políticas más cercanas a los ciudadanos.

Yo veo todos los días a esa gente trabajando por buscar soluciones para la pandemia económica que nos espera y aplicando recetas concretas.

Vuelvo a Pedro Duque, que supongo que no concitará ninguno de esos odios que veo estos días: “Tengo fe en que salgan de esta espiral de gritos y de crítica ácida y bajen a lo que verdaderamente es necesario, que es llegar a una serie de acuerdos básicos sobre las partidas fundamentales. Hay que llegar a un acuerdo básico y hay que bajar el nivel de mala fe. No entiendo cómo es posible que se haya llegado a convencer a tanta gente de que hay mala fe en el Gobierno, que hacemos las cosas para fastidiar. No entiendo cómo es posible que lleguemos a ese nivel de irresponsabilidad por parte de algunos políticos. Hacemos las cosas lo mejor que podemos, se cometerán errores y se cometen y se admiten, pero hay que ir un poquito más hacia la crítica constructiva y a los acuerdos”.

Paremos todos un poco. Seamos ejemplares en lo que nos toca a cada uno en esta historia dantesca. Nadie tiene en el mundo la fórmula mágica para acabar con esta tragedia. Nadie. Por eso no avivemos el fuego con cada una de nuestras historias particulares, la de 47 millones de personas.

Durante buena parte de mi vida profesional tuve un director, Juan Wes, que se ponía de los nervios cada vez que veía un titular del periódico con la palabra ‘exigir’. “Fulanito exige, los partidos exigen, los sindicatos exigen, los vecinos exigen”. En ese momento sabías que te iba a caer la bronca: “¿Qué es eso de exigir? Será proponer, pedir, plantear…”.

Igual nos hace falta a todos un poco más de ¿comprensión?, ¿modestia?…

Hoy, 25 de abril, recordamos algunos que hace 46 años nos despertamos con unas imágenes por televisión en blanco y negro de tanques y claveles por las calles de Lisboa que hicieron caer a un Gobierno e instaurar la democracia cincuenta años después de la dictadura. La Revolución de los Claveles nos lleva hoy a nuestros vecinos/hermanos portugueses, a los que como españoles siempre tuvimos la tentación de mirar por encima del hombro y que, 46 años después, nos dan una lección de buen hacer ante una pandemia sanitaria  y de cómo alzar la voz de la solidaridad ante la Unión Europea. Obrigado! Más que nunca.

Como homenaje a Portugal y a ese 25 de abril, a la democracia y a la tolerancia, a pelear por un objetivo común, al realmente importante, merece la pena escuchar esta versión del Grandola Vila Morena, sustituyendo la inicial por esta versión emocionante que me envía Carlos Guardado.

 

Cuando salgamos a la calle. Teniendo en cuenta que hoy es sábado y mañana domingo, pensemos en algo más concreto que ir a hacer rutas por el Paraíso natural que es Asturias. Y soñemos con volver a nuestros sitios de siempre, en donde nos seguirán obsequiando con propuestas tan sugerentes como ésta. Un gin tonic después de una buena cena. (Fotografía: José María Urbano).

Ánimo.

Esto lo vamos a sacar adelante entre todos. #YoMeQuedoEnCasa

 

 

Temas

Sobre el autor

José María Urbano, periodista, exjefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico. Jubilado. Este es un blog especial con fecha de caducidad. Nace a modo de diario de un jubilado confinado en casa, como la mayoría, por culpa de la crisis sanitaria del coronavirus, con el único objetivo de compartir alguna reflexión, alguna información y algún enlace que nos ayude a todos a sobrellevar esto de la mejor forma posible. Sin más afán que ese, huyendo a ser posible de la política y de la sobreexcitación informativa. Vamos a intentar pasarlo lo mejor posible. Curiosamente, este blog desaparecerá el mismo día que se decrete el final del confinamiento. Ese día nos iremos todos a la calle a celebrarlo