>

Blogs

José María Urbano

Diario de un confinamiento

Adiós. Salud y suerte

Reflexiones desde el #YoMeQuedoEnCasa

Día 49. 

1 de mayo de 2020

 

Se cumplen hoy 49 días del inicio de este blog, ‘Diario de un confinamiento’, que nació como una humilde aportación a una situación nunca vivida por la práctica totalidad de las personas que estamos vivas en todo el planeta. Una pandemia sanitaria que azota al mundo una vez cada siglo y cuyas consecuencias económicas y sociales, al decir de los que saben, nos lleva a retroceder a la Segunda Guerra Mundial.

Ese fue el punto de partida de este blog, que pretendió ser una aportación más al extraordinario papel que sigue desempeñando en la sociedad en general y en la asturiana en particular el grupo El Comercio-La Voz de Avilés, gracias a una línea editorial que lo único que ha hecho ha sido reforzar su inquebrantable espíritu de servicio desde el rigor y la verdad, y gracias sobre todo a la entrega, también heroica, de unos profesionales que, como tantas veces en esta profesión, se han olvidado de su propio bienestar y del de sus familias, para seguir desempeñando una labor sagrada: la de la información.

Así que me dispongo a escribir la última página de este ‘Diario de un confinamiento’, que tenía fecha de caducidad desde el mismo momento que lo abrí: el día que salgamos a la calle. “Ese día saldremos para celebrarlo”. Así que me dispongo a recuperar mañana una cierta normalidad, que supone el mejor signo de que esta tragedia sanitaria empezamos a superarla.

Han sido 49 días en los que he tratado de no perder de vista lo importante, como reflejé el primer día: “Este país no podrá pagar nunca el esfuerzo, la dedicación y el espíritu de servicio de todos los profesionales que forman parte del sistema sanitario público de esta nación. Para mí, junto con los maestros, siempre han sido los héroes de esta sociedad. Y ahora, una vez más, lo están demostrando con creces. Escucho a un sanitario: ‘El mejor homenaje que nos podéis hacer (ante la convocatoria de un aplauso general esta noche a las 22.00 horas desde las terrazas o las ventanas de las casas a todos ellos) es que todo el mundo se quede en casa’. Yo estoy seguro que la mayoría de la gente, que es sensata, lo está haciendo ya”.

En la parte que me ha correspondido puedo asegurar que he salido a la calle en cuatro ocasiones (tres de ellas para tirar la basura a menos de cincuenta metros) en cincuenta días. Así que creo que he cumplido con mi sincero homenaje a esos héroes, a los sanitarios, y con ellos a todas las personas que nos han permitido vivir estos días sin que el día a día, el de nuestras propias vidas, no se haya venido abajo: Cuerpos de Seguridad del Estado,  Ejército, la UME, Policía Local,  trabajadores de comercio, comerciantes, taxistas, conductores de transporte público y en general todos aquellos empleados, funcionarios y empresarios que han podido seguir aportando su esfuerzo y su contribución al propio sistema  de este país.

Cincuenta días después cierro este diario con una serie de sensaciones, de reflexiones y de enseñanzas que me permiten decir hoy en la despedida que, efectivamente, el mundo ya no va a ser igual, simplemente porque todos hemos aprendido algo para que ya nada vaya a ser lo mismo. En el aspecto personal aseguro que va a ser así y eso que a día de hoy me considero una persona afortunada porque nadie de mi entorno familiar y de amistad, incluso de conocidos (con algunas recuperaciones que nos han llenado de felicidad), ha sido golpeado con el verdadero drama de esta situación: la pérdida de la salud. De todo lo demás se sale. De la muerte, de la desaparición de familiares, amigos o conocidos, no. De la imagen terrorífica de miles de muertos y miles de personas contagiadas no habrá nunca una goma ‘milan’ que nos borre la verdadera dimensión de la tragedia que estamos viviendo.

Como periodista he tratado de huir de los dogmatismos –como el 90 por ciento de los periodistas, soy un experto en un océano de conocimiento de un solo centímetro de profundidad–, así que mis datos han sido los datos de los expertos, de los científicos, de técnicos y de sabios y estudiosos. Incluso desde el primer día me quedé con la enseñanza de una personalidad como Carlos López Otín (ya saben, ese señor cuyos discursos había que recetar en las farmacias como bálsamo para la vida), cuando declaró que al final de esta pandemia el problema no será el virus, sino nuestra ignorancia.

Como periodista, antes de criticar a los políticos, confieso que me avergüenzo de los ‘motos’, ‘anarrosas’, ‘merlos’, ‘negres’ (de los miserables no hay que avergonzarse, hay que ir a denunciarlos), ‘indas’…, además de algunas cabeceras que producen repulsión.

De los políticos de este país lo mejor es guardar silencio y quedarse con lo que han denunciado todos los medios del mundo occidental: ningún Gobierno de este planeta ha tenido una oposición política tan desleal como la de España. Y en pocos países el fascismo se ha hecho presente de la forma en que lo ha hecho en el nuestro. Sumemos ahora los egoísmos, no por conocidos menos insoportables, de los Torra, de los independentistas catalanes (aparte de estar pidiendo dinero permanentemente al Estado), del ‘amague’ permanente del PNV en el País Vasco en busca del beneficio propio a río revuelto, de la futilidad de una presidenta de Madrid que vive de los dos ‘titulares’ diarios que le da su gran ‘fichaje’, Miguel Ángel Rodríguez, aquel señor que le llevaba la comunicación a ese otro gran estadista, con sede en Marbella, de nombre José María Aznar. Apellidos, por no ir más allá, como los Casado o Abascal, gente con escaso bagaje cultural (másters en cuatro días y poco más) y exhibición de testosterona, pistola incluida,  avergüenzan a este país.

Y frente a ellos un Gobierno lleno de ególatras, en una pugna permanente entre el ‘señor presidente’, Pedro Sánchez, y el ‘señor vicepresidente’, Pablo Iglesias, a ver quién la tiene más grande, recordando la letra de Serrat en su tema ‘Algo personal’:

Se gastan más de lo que tienen en coleccionar
Espías, listas negras y arsenales
Resulta bochornoso verles fanfarronear
A ver quién es el que la tiene más grande.

Con todo, este es el Gobierno de España, el que ha tenido que afrontar una pandemia “de un siglo”, dando respuesta minuto a minuto a todas las sorpresas de un virus que ni siquiera la comunidad científica, hoy mismo, es capaz de controlar. Un Gobierno idéntico al del resto de países, salvo unas excepciones mínimas, que jamás se plantearon -obviando incluso estudios que hace años que les ponían en guardia-, prepararse para una tragedia como ésta absolutamente desconocida en todos los sentidos.

Un Gobierno que se ha equivocado, que ha dudado, que ha rectificado, que ha comunicado mal, pero al que nadie puede echarle en cara su falta de entrega cada día en una labor sanitaria (con todas las competencias transferidas ¡¡¡hace 19 años!!! a las comunidades autónomas: no sé cómo no se le cae la cara de vergüenza al PP y a Ayuso en Madrid y a Torra en Cataluña por los datos que nos ‘ofrecen’ desde sus comunidades al resto del país desde hace 50 días) y en una labor económica que tuvo y tiene como primer objetivo no ‘dejar tirado’ a nadie. Otra cosa es cómo vamos a salir de esta odisea económicamente hablando, pero si este Gobierno, como hicieron otros en el pasado, hubiese antepuesto o se hubiese plegado a conceptos como el nivel de endeudamiento, el déficit público, la contracción del PIB y las ‘recomendaciones’ de la autoridad europea, a estas alturas seguramente ya habría gente pasando hambre y ya veríamos qué pasaba en las calles.

Sí, ya sé: “yo tengo dos mesas en un bar, yo tengo una empresa que necesita dinero, yo quiero ir a ver a mi madre, yo quiero ir a cuidar las lechugas, yo quiero ir a mi segunda residencia, yo quiero ir a hacer surf, yo quiero llevar las tablas en el coche, yo quiero que me hagan un test, yo quiero que no haya rebajas, yo quiero que haya rebajas porque sino me voy a comer la mercancía, yo quiero que la gente no vaya a las grandes superficies, yo quiero sacar al perro todo el día, yo quiero que me quiten los impuestos, yo denuncio que las lechugas han subido 0,20 céntimos,  yo quiero salir a hacer deporte pero no a las seis de la mañana, yo, yo, yo, yo…”.

Resulta que aquí parece que uno de los pocos que no se ha quejado he sido yo: tengo un menisco de aquella manera y descubrí que se me están quitando los dolores pedaleando en la bicicleta estática para llegar a Siero. Bueno, hace tiempo que pasé de Siero, pero no lo quise publicitar para que nadie piense que lo del menisco era broma. (El doctor Rodas va a alucinar con mis progresos). A partir de mañana tengo que mirar los tutoriales del doctor Terrados (señores como estos son los que saben) para ver cómo salgo a la calle con plenas garantías, no sea que el confinamiento me haya debilitado el esqueleto y los músculos. Yo creo que no, pero bueno, la gente sabia siempre tiene la última palabra.

En este diario dediqué uno de los días a Albert Camus para recordarle en el Día del Libro. El gran escéptico, el que descubrió ‘La peste’ en Orán y dejó páginas escritas que podrían reproducirse para definir el actual escenario de 2020, sentenció, como reflexionó Fernando Savater, que la democracia –despreciada por los revolucionarios y por Sartre– tiene el gran mérito de solicitar modestia: nadie puede zanjarlo todo por sí mismo, hace falta el consejo de otros y el acuerdo.

Si fuéramos capaces de llegar a la conclusión de que de esta pandemia única en un siglo sólo seremos capaces de salir de ella uniéndonos todos en un mismo objetivo, este planeta habría encontrado la solución para prácticamente todos sus problemas.

En fin, si algo he reflexionado en estos cincuenta días de confinamiento es que nuestra sociedad está compuesta por gente sensata, personas que tienen claras las ideas, los principios, la educación, los valores, aunque desgraciadamente solo sobresalen los que chillan en las redes sociales, los que nos abochornan en tertulias televisivas y radiofónicas, los que nos denigran a todos con determinados planteamientos periodísticos, en definitiva los que forman la espuma de las olas, esas que como bien saben los surferos son olas ‘fofas’ que hay que dejar pasar porque son solo eso, espuma.

Cierro hoy este ‘Diario de un confinamiento’ con la buena noticia de que a partir de mañana sábado, 2 de mayo, podremos salir a la calle para empezar a recuperar la normalidad dentro de una situación grave que no nos va a permitir levantar la guardia ni un minuto si no queremos dar marcha atrás, lo que tendría consecuencias incalculables en el aspecto sanitario y en el económico.

Cierro ‘Diario de un confinamiento’, esta cita diaria, y emplazo a mis amigos, a los lectores, a seguir encontrándonos en mi otro blog, perteneciente también a mi casa, El Comercio-La Voz de Avilés, ‘Dame buenas noticias’, que me dispongo a abrir de nuevo, aunque no con la obligación diaria del que hoy despido.

No he encontrado mejor cierre para este blog que este vídeo grabado por el Liceo de Barcelona, Hora de vencer, apoyado en la célebre aria Nessun Dorma de la ópera Turandot, en el que han participado los 142 integrantes de la Orquesta Sinfónica y el Coro del Gran Teatre del Liceu, el tenor canario Jorge de León y la dirección del maestro Josep Pons. Una explosión de sensibilidad, un regalo.

Gracias por estar ahí, y hoy, más que nunca, salud y suerte para todos.

 

Cuando salgamos de casa. En un horizonte más bien cercano podremos ampliar nuestra movilidad y recuperar la normalidad. Nos quedan meses de pensar en el ‘interior’, y por eso podremos beneficiarnos de vivir en el Paraíso natural que es Asturias. Tendremos decenas de opciones para hacer una escapada, para alojarnos en hoteles, para disfrutar de lo nuestro en suma. No es mala despedida como imagen la del puerto de Llanes, uno de los referentes turísticos de nuestra región. (Fotografía: José María Urbano).

Ánimo.

Esto lo vamos a conseguir entre todos.

 

Temas

Sobre el autor

José María Urbano, periodista, exjefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico. Jubilado. Este es un blog especial con fecha de caducidad. Nace a modo de diario de un jubilado confinado en casa, como la mayoría, por culpa de la crisis sanitaria del coronavirus, con el único objetivo de compartir alguna reflexión, alguna información y algún enlace que nos ayude a todos a sobrellevar esto de la mejor forma posible. Sin más afán que ese, huyendo a ser posible de la política y de la sobreexcitación informativa. Vamos a intentar pasarlo lo mejor posible. Curiosamente, este blog desaparecerá el mismo día que se decrete el final del confinamiento. Ese día nos iremos todos a la calle a celebrarlo