Reflexiones desde el #YoMeQuedoEnCasa
Día 31.
13 de abril 2020
Hace años, en 2012 tuvo que ser, coincidiendo con la inauguración de la torre del Centro Niemeyer como privilegiada coctelería, a cargo de los Morán, hice una crítica inocente sobre la necesidad de que la carta de bebidas que se nos presentaba tenía que elevar el nivel estético para estar a la altura, nunca mejor dicho, del sitio en el que nos encontrábamos. Lo hice, insisto, de forma inocente, buscando la mejora continua de un proyecto del que me siento ‘propietario’ de al menos un centímetro de esa obra.
Se me ocurrió escribir esas breves líneas en una red social. Y se armó. De repente debieron salir todos los que ya sabíamos que estaban en contra de aquel proyecto, incluso antes de que se inaugurara –gente adicta al “y de lo mío qué”–, que no estaban seguramente viendo satisfechas sus aspiraciones (de algunos me consta), y que de repente vieron un ventanuco por el que meterse para ese discurso tan manido del “ya lo decía yo”, “esto es un fracaso”.
Así que desde entonces (recuerdo a un amigo que me dijo: “espabila, no les des oxígeno, con esta gente no merece la pena, siempre van a aprovecharlo todo para destruir”) procuro no dar muchos argumentos a los adictos a enredar y a utilizar cualquier resquicio para asentar sus tesis, que siempre se limitan a lo mismo: “todo está mal, ya lo decía yo”.
Publiqué hace un par de días en este ‘Diario de un confinamiento’ una fotografía de hace 26 años rescatada para mí por un entrañable compañero de La Voz de Asturias, que a mí me hizo una gran ilusión, al recoger aquella instantánea mi presencia profesional, como periodista, en un acto histórico: Fidel Castro recibiendo al entonces presidente del Principado, Antonio Trevín. Alguien, sin llamar a mi puerta (en Facebook, se entiende que tu muro es de tu propiedad), se metió en mi casa y como no tenía argumentos para ir contra mí directamente (ya solo faltaba que tuviera que dar explicaciones por mi trabajo) decidió arremeter contra mis amigos, incluso contra una amiga entrañable a la que no conoce de nada y que lleva 25 años trabajando en La Habana, sólo para contarnos una película sobre quién fue Fidel Castro, como si los demás hubiésemos nacido ayer. (Sigo estupefacto porque no podía esperar algo así viniendo de quien viene). Queridos amigos: lo siento.
Por eso hoy, que quería hablar de liderazgos para hacer una reflexión propia e intransferible sobre la coincidencia general de lo que en este momento necesita el mundo para salir con bien de esta crisis, sé que lo que voy a decir a continuación va a ser utilizado, desgraciadamente, por esa tropa que sigue con la escopeta cargada y disparando a ver si con un poco de suerte se lleva por delante al presidente de este país y a “ese Gobierno ‘socialcomunista’” que nos va a quitar a todos hasta nuestras viviendas. El ‘vamos a morir todos’ de toda la vida, vaya.
Dije en este ‘Diario’ hace ya unos días que el Gobierno tiene la difícil misión de tomar medidas para frenar y tratar de arreglar una situación que ha desbordado al planeta entero. Y a la vez que entendiera ese mismo Gobierno que se le podrían perdonar los errores, pero que el país necesita constatar que al frente de esta pelea diaria hay personas que nos den certezas cada día, más que certezas, porque no las tienen ni los científicos, al menos firmeza en las decisiones. Y que lo peor que nos podría pasar es que el Gobierno titubeara y diera sensación de que no supiera manejar este barco.
Desgraciadamente este Gobierno está dando muestras de graves incompetencias. Se le pasará factura por su falta de reacción a tiempo, cuando tenía datos sobrados de Italia para atajar el dislate del 8 de marzo y otros (yo también, que ese día estuve terraceando sin problemas), pero sobre todo por esa sensación de improvisación en las medidas que adopta: decretos económicos con una ministra que sale en la televisión y hora y media después pide perdón porque se ha equivocado; un vicepresidente que anuncia acuerdos que no ha pactado con la patronal, el mismo que a través de twitter deja correr a idea de las confiscaciones de empresas, un nuevo decreto por la mañana que regula la incorporación hoy lunes al trabajo que es enmendado por la noche con un nuevo texto, un ministro que tiene que explicar que no, que tranquilos, que a nadie le van a expropiar su casa…
Y un presidente, en fin, que pide diálogo, reeditar unos Pactos de la Moncloa y sigue yendo por libre, como ‘mando único’ de esta crisis en este país. Pide diálogo el mismo presidente que tras la aprobación de la primera prórroga en el Congreso se permitió el lujo de estar diez días (¡¡¡10 días!!!, nadie ha desmentido este dato) sin hacer una sola llamada al líder de la oposición. A lo mejor el cuerpo le pide no llamar a ese líder ni a otros de su partido (con razones más que sobradas), pero él es el presidente del Gobierno, no el secretario general del PSOE, y además hace alarde diario de lo primero, aunque por lo que se ve solo de cara a la galería.
Hay que tener poca visión táctica como presidente del Gobierno como para que en una crisis como ésta, desconocida, brutal, no llamar todos los días a las ocho de la mañana, la primera llamada del día, al líder de la oposición para informarle de todo, del día a día, de las medidas que se van a adoptar y de su parecer, para incluir incluso sus propuestas. Muy torpe o muy sectario.
Con esa llamada a las ocho de la mañana solo cabrían dos resultados. Uno, o un líder de la oposición que va a estar involucrado en la acción del Gobierno y en las soluciones. Dos, o, en caso contrario, un líder de la oposición que va a seguir esa carrera actual de su despropósito diario, pero con una particularidad: la sociedad entera sabría entonces que no habría sido por que el presidente del Ejecutivo no lo hubiese intentado. Y a partir de ahí el que se quiera desmarcar de las soluciones y del pacto, que lo haga. (Las últimas encuestas señalan que el más del 80 por ciento de la población española pide que haya un acuerdo entre todas las fuerzas políticas en este país).
Hay trajes que a esta clase política, en general, les quedan muy grandes.
En esta pandemia, cada día que pasa, se acrecienta el sentir general: la salida de esta crisis tiene que ser global. Y esa salida la tienen que dirigir los líderes políticos de todo el planeta. ¿Dónde están esos lideres? Hoy, por no extenderme más, lo dejo con el líder que tenía que surgir en este país y con las dudas que despierta el actual hasta por los que evitamos dar carnaza a los de siempre y a los que entran en tu casa sin pedir permiso y atacan a tus amigos.
A la hora de cerrar este texto de hoy veo y escucho el vídeo de Santi, del Merlot, para felicitar las fiestas de Pascua a todo el mundo y comunicarnos que Nuria, su esposa, sigue recuperándose en el Hospital San Agustín tras haber pasado lo peor. La mejor noticia. Al final de su mensaje le puede la emoción, y esa también es nuestra emoción. Llorar a veces también es sano, no pasa nada. Lo celebraremos todos juntos.
Cuando salgamos a la calle. La fotografía de hoy ofrece una imagen de los Lagos de Covadonga. Estoy seguro que ese va a ser un centro de peregrinaje en Asturias cuando salgamos de casa. Unos se quedarán abajo, muy respetable, yo también lo hago a veces, que conste, y la mayoría querremos subir para respirar hondo y disfrutar de la naturaleza con la idea de quedarnos allí como mínimo el tiempo que nos ha robado este puto virus, nada menos que un mes y un día hasta hoy. ¡Qué envidia de las vacas! (Fotografía: José María Urbano).
Ánimo.
Esto lo vamos a sacar adelante entre todos. #YoMeQuedoEnCasa