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José María Urbano

Diario de un confinamiento

Toca ayudar

Reflexiones desde el #YoMeQuedoEnCasa

Día 12. 

25 de marzo 2020

 

No somos únicos ni en la estupidez, por mucho que algunos traten de aprovechar los actuales momentos para vender su ‘artículo, en forma de acoso y derribo al Gobierno o en pasar facturas a los anteriores gobernantes. Hemos tenido que llegar a esta situación dramática, con una pandemia que nos anuncia la muerte a cada minuto, para darnos cuenta de que los aprovechados no descansan. Ellos siempre van a ir a lo suyo, entre otras cosas porque o son delincuentes de cuello blanco que siempre están prestos a sacar tajada de las crisis, sean financieras o sanitarias como ésta, o simplemente son políticos que luchan por mantener su status y lo demás es secundario. Desgraciadamente algunos de estos pululan estos días por los focos mediáticos, aunque la mayoría, y así hay que reconocerlo, ayudan con su silencio a apoyar lo que se está haciendo. O exponiendo necesidades y denunciando determinadas situaciones que estoy seguro que se aceptan de buena gana por parte de los responsables de la gestión. No hablamos de los ‘monederos’ ni de los ‘egeas’, que sí van a lo suyo.

Pero no nos engañemos: no somos únicos, no estamos solos. La miseria, la idiotez y el egoísmo que se observa en algún político (pocos), determinados ‘periodistas’ (pocos) y sobre todo en redes sociales no son exclusivos de este país, como estamos observando estos días con toda su crudeza.

No es un consuelo, ni nunca lo va a ser, para lo que está sucediendo en nuestro país, con problemas gravísimos de falta de material para todo el sector de la sanidad y con clarísimas deficiencias para tratar de encontrar a la población afectada por el virus por falta de los tests oportunos. Pero tampoco pensemos en este sentido que esto solo nos pasa a nosotros. En Francia, en Estados Unidos, en Inglaterra también se están pidiendo explicaciones por las carencias de ese mismo material o por la falta de previsión, aunque difícilmente nadie, absolutamente nadie, podría prever una tragedia como ésta. No les pidamos a los políticos que supieran ellos más que los científicos y los técnicos, aunque ahora aparezcan muchos con la cantinela del “ya lo sabía yo”.

En este mismo ‘Diario de un confinamiento’ ya comenté lo sucedido en Estados Unidos, cuando la Administración Bush empezó a analizar la posibilidad de una pandemia de estas características, y cómo Barack Obama ordenó profundizar en esos estudios, hasta que llegó ‘Anomalía Trump’ y decidió, en su clásico estilo zafio y bravucón, que eso era un gasto innecesario. En Nueva York, en septiembre de 2001, cayeron las Torres Gemelas como consecuencia de un atentado terrorista de Al-Qaeda que nadie había sospechado, ni la CIA ni ningún servicio de inteligencia del mundo.

Pero en  el caso de la actual pandemia que va camino de afectar ya a los dos centenares de países y que amenaza con infectar a cientos de miles de personas hubo señales y advertencias de que algo así podría llegar en cualquier momento’. A modo de ejemplo, en este diario figura un vídeo de Bill Gates realizado en 2015 que lo explica perfectamente. El peligro estaba ahí y prometía ser terrible.

¿Cuál ha ido el problema entonces para que ningún país, ninguno, estuviera preparado para afrontar una crisis como esta? Sencillo: los Gobiernos han priorizado ‘otras cosas’, seguramente en línea con los intereses de esas élites económicas que son las que al final imponen su criterio para asegurarse el valor de sus grandes corporaciones y el pago a sus accionistas.

Estados Unidos aprobó la pasada noche el acuerdo de un paquete de estímulo de la economía que asciende a dos billones de dólares, al nivel de “tiempos de guerra”, según se manifestó al final de las negociaciones. ¿Por qué se ha retrasado tanto ese acuerdo? Pues porque el Partido Demócrata exigió garantías de que esa ingente cantidad de dinero va a llegar al bolsillo de los ciudadanos y de las pequeñas empresas, y no al de las grandes compañías en plan barra libre. En la crisis financiera de 2008 se comprobó que los cientos de millones de dólares que se pusieron en el mercado para sostener el sistema fueron a parar a grandes corporaciones que lo emplearon en recomprar sus propias acciones para seguir compensando al accionista. Según parece, en el acuerdo de ayer existe un articulado lo bastante claro como para que eso no se vuelva a repetir, y a la vez se nombra un inspector general para que controle a dónde van a parar las ayudas.

En Francia, la prensa gala –el económico La Tribune, por ejemplo- denuncia la “cadena de irresponsabilidades” que se ha producido para que los hospitales del país se encuentren sin máscaras de protección para sus sanitarios. Arnaud Mercier publica en ese mismo medio de comunicación un extenso informe para demostrar cómo la política se ha encargado de ir diluyendo las directrices que se habían marcado en 2005 para estar preparados ante una pandemia. Aquel año, el diputado Jean Pierre Door y la senadora Marie-Christine Blandin firmaron un estudio titulado ‘Informe sobre el riesgo de epidemia’, algo que a su juicio va a ser habitual en el mundo global. Poco más se supo de las enseñanzas y las recomendaciones de aquel estudio porque nadie estuvo interesado en mantenerlo o incluso profundizar en él.

Ahora, en la misma prensa gala se reprocha a los gobernantes, y a la sociedad en general, su falta de previsión, consecuencia de esa vida confortable en la que hemos vivido hasta hace un par de semanas, pensando que esto ya no lo iba a cambiar nada ni nadie. ¿No estaban avisados?, se pregunta otro periodista, para responder que no sería porque no haya habido antecedentes: gripe rusa de 1889; la española, 1918; la asiática, 1956; la gripe de Hong Kong de 1968, y finalmente la NH1 de 2009. Pues ahí están las consecuencias. Para el ministro de Economía galo, Bruno La Maire, “una crisis comparable (en lo económico) a la Gran Recesión de 1929”.

Con todo, el grado de miseria de un ser humano puede llegar a evaluarse con las declaraciones del vicegobernador de Texas, Dan Patrick, a Fox News (dónde sino), en las que aseguró que los viejos (empezando por él, con 70 años) querrían morirse antes de ver dañada la economía del país”.

La teoría ya la había expuesto más o menos ‘Anomalía Trump’, cuando dijo que en Pascua “todos a la calle”, no vaya a ser que “las pérdidas económicas sean más graves que el ‘virus chino’”. Y no se lo pierdan: el martes se inició ya el debate en Estados Unidos para calcular cuál es el coste de una vida humana.

En fin, a toro pasado todos somos sabios y analistas, pero tenemos encima lo que tenemos y por eso en este momento lo que cabe es apoyar, ayudar y hasta agradecer el trabajo que están haciendo los técnicos, los héroes a los que aplaudimos a diario, pero también al Gobierno de este país, a los gobiernos autonómicos y a las corporaciones municipales. Todos ellos están consiguiendo la sensación de que el sistema funciona, aunque la pandemia sea dramática. Y de lo que no me cabe la menor duda es que todos ellos tienen el mismo objetivo: acertar en sus decisiones.

Aquí, desde este ‘exilio interior’ que uno vive, día doce de ‘enchiqueramiento’. Segundo día de playa, más sol, más vitamina D a través de la ventana del fondo sur. Y una constatación: no sé vosotros, pero en mi casa ya hace doce días que no vemos el tiempo por la televisión. Que bien pensado ahora, ¡mira que son pesados estos del tiempo, que nos tienen media hora pegados a las isobaras y a las danas todos los días, mañana, tarde y noche! A saber cómo van a ser luego estos partes meteorológicos en la nueva era que iniciaremos cuando salgamos a la calle… De momento a tomar el sol y a caminar.

Y, dentro de este drama que nos acongoja a todos, una mínima concesión para el humor, a modo de alivio emocional. Llamada de teléfono de la madre a la hija: “Niña, que he ido al Mercadona y he comprado turrón por si acaso”.

Ánimo.

Esto lo vamos a sacar adelante entre todos. #YoMeQuedoEnCasa

 

 

 

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Sobre el autor

José María Urbano, periodista, exjefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico. Jubilado. Este es un blog especial con fecha de caducidad. Nace a modo de diario de un jubilado confinado en casa, como la mayoría, por culpa de la crisis sanitaria del coronavirus, con el único objetivo de compartir alguna reflexión, alguna información y algún enlace que nos ayude a todos a sobrellevar esto de la mejor forma posible. Sin más afán que ese, huyendo a ser posible de la política y de la sobreexcitación informativa. Vamos a intentar pasarlo lo mejor posible. Curiosamente, este blog desaparecerá el mismo día que se decrete el final del confinamiento. Ese día nos iremos todos a la calle a celebrarlo