Cuenta el famoso viajero chino Uan Chu Zri en sus Memorias que un día encontró a dos campesinos apoyados a ambos lados del muro de un huerto, contemplando con tristeza el tocón de un árbol que había justo en medio y dos montones de leña idénticos apilados uno a cada lado. Picado por la curiosidad, les preguntó al respecto y ellos le contaron la historia. Resultó que un cerezo había crecido precisamente en la divisoria entre ambas propiedades. Esto generaba continuos conflictos por lo que, maduro el fruto, decidieron pedir al jefe de la aldea que hiciera el reparto. Éste no dudó un instante, mando que le trajeran las cerezas, se quedó con una mitad y la otra la repartió equitativamente entre ellos. No muy satisfechos con este sistema, al año siguiente, cuando aún estaba en flor, acudieron a un santón, famoso por sus encendidas prédicas. Éste tampoco dudó, inmediatamente mandó a sus acólitos armados de hachas a que talarán el árbol, lo convirtieran en leña y le dieran la mitad exacta a cada uno. Uan Chu continuó su viaje y los campesinos quedaron allí, pensando si no habría sido mejor haberse arreglado entre ellos.

Según un conocido chiste, son combinaciones peligrosas drogas y armas, ignorancia y poder, soberbia y dinero y tos y diarrea. En mi opinión falta aquí la más peligrosa de todas: ignorancia y buenas intenciones. Ante un necio luchando por “su causa” te sientes indefenso porque nada lo detiene y nunca sabes con qué estupidez destructiva va a salir. Cuando te encuentras con leyes como la que comentaba en mi anterior artículo, no sabes si son obra de algún cochino que quiere exprimir un poco más a los paisanos o de algún burro bienintencionado que aprendió todo lo que sabe sobre animales en los dibujos animados y, cuando hablan de cerdos, sólo le viene a la mente la imagen de Pepa Pig. Hay muchísimos ejemplares de ambas especies por ahí arriba y no parecen ir a menos como el resto de la población asturiana.