Julio se despide con buenas temperaturas y cielos encapotados. “Trailera”, recién salida del taller C.J.Motos donde José Antonio, como siempre, la ha tratado con mucho mimo, esperaba ansiosa para salir a explorar la tierrina. No han sido pocas las veces que he pasado por este pequeño pueblo del concejo de Belmonte de Miranda ubicado a pie de la carretera AS-227. ¿Nos vamos a conocerlo?.
Mi compañera de rutas esperará estacionada a la vera de la casa en la que Raquel y Justo suelen pasar unos cuatro meses al año porque, habitualmente, quien reside en ella es su hijo. Les explico el porqué de mi presencia por la zona y Raquel, con su pausada voz me comenta que a los 7 años tuvo que emigrar a Madrid, en donde viven en la actualidad, pero que no por ello se siente menos asturiana. Para Justo, venir hasta este pequeño pueblo le sienta genial porque le encantan las comidas que le prepara su mujer y aquí, no como en la capital, camina unos cuantos kilómetros al día y, según él, no para un segundo, siempre está activo(doy fe de ello, pues en el tiempo que estuve apenas descansó). Reformas en casa,.. E incluso preparó un coqueto rincón para que sus nietos corten las nueces,…
Durante pocos minutos, se sienta en un banco y con su Braniff en la boca me habla de sus vidas y de la existencia de una señora, ahora ya fallecida, que si estuviera allí me hubiera contado un montón de historias del pueblo y sus habitantes. Al verme con mi moto me sugiere que si algún día tengo algún problema, en el pueblo los fines de semana hay un chico que es mecánico(está muy bien saberlo, aunque espero no tener que avisarle, también es cierto). Por un instante, les dejo en su casa, a la cual Raquel me invitó incluso a tomar un café, y me voy a explorar el pueblo hacia el cual ya se dirigen dos de sus habitantes.
En la carretera general, llama la atención una caja sobre un árbol. Parece ser, según me contó Raquel, que se utilizaba hace tiempo para que el panadero dejara allí el pan(muy ingenioso).
A esto se le llama “deformación profesional”….
Si había un motivo por el que, especialmente, me llamaba la atención este pueblo, es su iglesia, la de San Andrés,la cual sobresale entre las casas y es, fácilmente visible desde la carretera.
Ubicada en la pequeña plaza del pueblo en la que se encuentra descansando Tina junto a su guardián,..
¿O había más de uno?..
Un coche acaba de llegar. Es María José, la hija de Tina que, amablemente, me abrió la puerta de la iglesia, la cual, sorprendentemente, está mucho mejor conservada de lo que pensaba.
El problema principal radica en que hace falta retejar el tejado(algo que ya Justo me había comentado). No se ofician servicios religiosos pero, sin duda, merece la pena verla. Resulta curioso comprobar lo pequeño que es el mundo cuando María José y yo entre palabras, descubrimos que tenemos amistades en común. “El mundo es un pañuelo” me comentó. No lo dudo, no lo dudo,.. Salimos ahora de la iglesia a conocer sus rincones,..
Y, por supuesto, los detalles,…
Un toque de color a un día nublado y gris,..
Parece que Goofy ya se ha espabilado,..
Me despido de Tina y de su hija, la cual me ofrece que vuelva cuando quiera por el pueblo(por supuesto que lo haré) y con todos mis bártulos agradezco a Raquel y a Justo su excelente trato conmigo.
El puerto de Somiedo me recibe con temperaturas por encima de los 25 grados ante las cuales, mejor tumbarse al sol como han hecho algunas,…
Y el broche de oro lo puso el “comedor” en el cual disfruté del silencio y, simplemente, desconecté del resto del mundo..
Espero que os haya gustado.V´SSSS.