Allí donde el trinar de los pájaros es el único sonido que entorpece el silencio, donde la belleza del paisaje eclipsa cualquier nube en el cielo, es precisamente allí donde se encuentra un lugar al que, una vez que has ido, acabas regresando: Villalain.
Cualquier día de descanso laboral puede ser la excusa perfecta para huir del tráfico, de gentíos y sumergirse en la armonía del occidente asturiano porque es precisamente esta zona de Asturias, la más desconocida, la que engancha mediante hilos invisibles al viajero. La temperatura oscilaba entre unos 15 y 22 grados aproximadamente y el sol, presente en la zona central, desapareció por completo al dirigirme hacia aquél lugar.
Desde el Pozo de las Mujeres hacia Berducedo, la AS-34 nos llevará a través de unos 6 kilómetros hasta este pueblo que será el protagonista en este ocasión.
Situado a 601 metros sobre el nivel del mar y a unos 42 kilómetros de la capital del concejo, Pola de Allande, este pequeño pueblo perteneciente a la parroquia de San Salvador del Valledor, nos descubrirá la tipología de casa bloque típica de la zona con tejados de pizarra.
Durante mi paseo, algún “amigo” improvisado quiso sumarse a explorar el paraíso.
Y no solo al paseo sino también a un pequeño manjar en el que fue uno de mis mejores comedores con vistas.
No me quise perder detalle..
Pero a mi alrededor también los había que no me quitaban ojo de encima.
Era imposible pasar desapercibida entre tanto silencio. Había unos cuantos ojos pendientes de mi.
A la entrada del pueblo nos encontraremos esta pequeña ermita.
Y en los alrededores del mismo, el entorno invitaba a la paz y al descanso.
Villalain es mágico, Villalain es occidente en estado puro. Invito al lector a que se de un pequeño paseo por la zona y descubra por sí mismo los tesoros de este escondido recoveco del Valledor. Allande, sus paisajes y sus gentes, te atraparán.