A unos 40 kilómetros de San Antolín de Ibias, a orillas de la AS-212, se encuentra nuestro destino de hoy. La carretera, sin apenas tráfico y un sinfín de curvas y paisajes espectaculares nos acompañará en este recorrido en el que la vista no alcanzará a ver el infinito. Después de hacer una pequeña parada en Cecos, continué rumbo al mirador del Furacón, del cual, curiosamente no había oído hablar pero mi indagación en Goole Maps hizo que apareciera su nombre y me decidiera a acercarme hasta allí.
Sobre las paredes de algunas laderas, el agua se deslizaba a modo de pequeñas cascadas y mi “Trailera” incluso llegó a pegarse un pequeño baño.
Al otro lado, las montañas se cubrían de un verde resplandeciente dando lugar a un paisaje que parecía sacado de postal.
Paso mítico en esta zona es la campa del Tormaleo.
Un amplio parking y perfecta señalización junto a la carretera me facilitó encontrar el mirador.
Asomado a una vertiginosa garganta, cuyo fondo corre el río Ibias, este balcón natural ofrece una hermosa panorámica de montes escarpados en los que aflora la cuarcita, laderas de brezo y bosques frondosos dominados por el roble albar.
El río Ibias, afluente del Navia, atraviesa esta panorámica de este a oeste, recibiendo las aguas de la Collada por su margen izquierda a la entrada de la hoz que se domina a nuestros pies. Las aldeas de tradición cunqueira y minera que se pueden ver hacia el oeste pertenecen al concejo de Ibias pero El Corralín,el monte que se descuelga por la vertiente suroriental del Pico la Plana y Peñas Prietas,justo enfrente del mirador, es territorio de Degañay los que se esconden hacia el noreste son de Cangas del Narcea. No es difícil ver manadas de rebecos, sobrevolar el águila real pero, sin duda, el protagonista es el oso pardo. En ocasiones son machos solitarios que vagabundean en busca de alimentos o hembras en celo, pero a veces sorprenden verse familias de osas y esbardos que buscan refugio en las zonas más agrestes e inaccesibles del monte.Desde aquí también podemos ver en el perfil del monte, El Corralin, un tajo abierto en la loma del Reguerón. Se trata de una corta minera de época romana para la extracción de oro. Aún hoy se escucha entre los lugareños el siguiente dicho:”Corralín, cuenco de oro, tiras una piedra y aparece un tesoro”.
Nos dirigimos ahora hasta el mirador.
Allí podremos sentarnos en uno de los dos bancos que hay.
O usar el suelo para ello.
Occidente a mis pies.
No podemos irnos sin hacer una parada en el Observatorio de Naturaleza y fauna.
Y desde él, ya en Degaña, despedimos una ruta por una de las zonas más desconocidas de nuestro paraíso. Quizás por ello, sea de las que más llaman la atención.