Con el otoño aún en pleno esplendor, cualquier recoveco de nuestra “tierrina” se convierte en todo un lienzo en el que una variada y colorida gama cromática brilla mostrando la belleza del paraíso. En este caso, viajaremos sobre nuestras motos hasta un concejo bastante desconocido que tiene mucho que ofrecernos: Piloña y allí, disfrutaremos de la calidez de una estación que ilumina los impresionantes paisajes de Asturias.
Desde Infiesto accedemos a la PI-4, por la cual durante unos 8 kilómetros rodaremos por una carretera de asfalto envidiable y en la que, curva tras curva, las montañas asomarán al fondo iluminadas por un tímido sol que calentaba una tarde típicamente otoñal para poder llegar así hasta Espinaredo.
Pocos kilómetros me separan ya de Riofabar, nuestro destino en esta ocasión. Atrás dejo este pueblo en el que nos encontramos numerosos ejemplos de arquitectura tradicional y llego a la entrada de este coqueto rincón de Piloña. Y, como en tantas y tantas ocasiones, en ésta, un nuevo guardián salió a recibirme alarmando con su ladrido a los lugareños.
Frente a mí, la capilla dedicada a San Tirso. Abramos la portilla para ver su interior…
Parece ser que nuestro pequeño guardián ya se hizo a mi presencia por el pueblo y ha dejado de ladrar. Ahora, simplemente, observa.
Estamos a unos 325 mts sobre el nivel del mar, el sol luce y la temperatura, unos 23 grados, acompañaba a la que sería una tarde cualquiera en moto para contemplar el otoño. Cerca, el sonido del río se escuchaba rompiendo un silencio en el que mis pasos recorriendo el pueblo eran los protagonistas.
Parece que algunos ya se están preparando para el invierno.
El pueblo está lleno de rincones que inmortalicé con mi cámara.
A solo 2 kilómetros de aquí se encuentra el Área recreativa de La Pesanca, desde la que salen numerosas rutas de senderismo como la Foz de Moñacos, Pico Vízcares, Peña Castiellu,..
El camino hasta ella en esta época es todo un regalo visual de colores entremezclados donde predominan los ocres y amarillos. Sin embargo, la carretera para las dos ruedas, puede convertirse en una auténtica trampa por la gran presencia de zonas húmedas y verdín en el asfalto.
Estacioné a mi compañera de rutas en el amplio parking que nos encontraremos al final.
Y exploré el lugar sin percatarme del tiempo. Sin prisa. Cada rincón es único. El musgo cubre los bancos y los árboles y nos sumerge en un ambiente mágico que parece sacado de un cuento de hadas.
Algún que otro senderista me saluda a su paso por el área recreativa y algún “vaya moto más grande que lleva” escuché. “Si vosotros supierais hasta dónde ha llegado esta moto…”pensé.
Las aguas del Río Infierno bajaban caudalosas y musicales barranco abajo dejando estampas increíbles en las que llegan a modelar pozas en la piedra.
Sin duda, una ruta la de hoy en la que el colorido otoñal está presente mezclado con la tranquilidad de los pueblos menos conocidos de Asturias por los que tanto me gusta perderme. Aquellos que hacen de nuestro paraíso uno de los lugares más bellos que conozco.