Por María de Alvaro
«Es agotador ser fabuloso». Lo dice Victoria Beckham, esa prueba andante de que hasta Coco Chanel podía equivocarse cuando sentenciaba aquello de que «no hay una mujer lo suficientemente delgada ni lo suficientemente rica». Porque Victoria es más que suficiente y también se equivoca, bastante más que la auténtica ‘Dama de las camelias’, con permiso de Alejandro Dumas, por supuestísimo. El caso es que Posh -¿alguien entiende por qué llaman pija a semejante hortera?- se agota de ser fabulosa cuando lo que agota realmente es ser, sin más. A ella eso no le cansa porque nunca ha sido. Está y le vale. Y aquí habría que hacer un paréntesis para hablar del famoso verbo to be, pero ese es un problema de los angloparlantes y no nuestro, que bastante tenemos con lo que tenemos. Así que cierro paréntesis.
El caso es que me he quedado pensando en el concepto fabulosa, que viene a ser lo mismo que estupenda o sensacionaaaaaal. Y pensando y pensando, con lo malo que es eso cuando se abusa, he llegado a la conclusión de que esta chica tiene razón. La tiene y me fastidia dársela, pero es así. Sobre todo en verano.
Sea cual sea el resultado final, esté una espectacular o como una fregona con el mocho para arriba, ser mujer en verano es agotador. Yo diría que hasta un trabajo que, como el de parir, tendría que estar remunerado con 2.500 euros por lo menos. Pienso en la pasta que hay que dejar en depilaciones varias, protectores para que el pelo no se aclare y mechas para que no se oscurezca, cremas para antes, después y durante el sol; unas para la cara, otras para el cuerpo y hasta las propias de los pies, por no meterme en dar datos más indiscretos. Pienso en todo eso y no me cabe ninguna duda de que sólo hay dos opciones. O somos bobas o fuerzas de la naturaleza capaces de cualquier cosa. Mientras me decido por una o por otra, marcho a poner una mascarilla. Nos vemos, chicas. Y chicos.