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Personal shopper

Por María de Álvaro

Venimos y nos vamos de este mundo con lo puesto. En pelota. Y pasamos por él depende. Depende las más de las veces de nosotros mismos, pero no siempre. Porque hay quien tira de asesores, que es una cosa que mola mucho, porque viste lo mismo que tener escolta, pero sin daños colaterales. El problema para el común de los mortales es que un asesor cuesta una pasta. Eso no es problema, claro, para nuestro tercer teniente de alcalde, bautizado como Jesús Montes Estrada y conocido como Churruca, porque el de él -la de él- se la pagamos todos.
Resulta que Carmen Rúa -ex concejala del Ayuntamiento de Gijón por votación popular, que es como suelen hacerse estas cosas- vuelve a la Casa Consistorial. Es ahora asesora del tercer teniente de alcalde, un cargo, un puestazo más bien, que se paga a razón de 45.472 euros al año. O sea, en cristiano, siete kilos largos.
Hasta aquí, y si me apuras, nada que objetar. El verdadero problema está en que nadie sabe en qué consiste el asesoramiento. Vamos que es asesora y ya está. Así que haciendo un alarde de conciencia cívica propongo para llenar de contenido el cargo que se le nombre asesora de imagen o ‘personal shopper’, que viene a ser lo mismo pero mucho más cool. Y puesta a contribuir con mi ciudad, y, naturalmente, sin cobrar un duro, le doy unas ideas a doña Carmen para que asesore a Churruca bien asesorao.
1. Hay que desterrar ya del armario la americana de cuero. Tuvo su momento, como los vaqueros de campana, por más que insistan algunas adolescentes que van por la calle haciéndole la competencia a los de Emulsa, pero ya no. Si acaso y por no plantearse un cambio muy radical se admite la de pana en invierno.
2. Adiós a las camisas de manga corta. Parece mentira tener que decirlo a estas alturas, pero ningún hombre debería tener una de estas en el armario a menos que tenga un punto surfero. Y no es el caso. Tampoco vale de excusa el ‘tengo calor’ con el veranito que padecemos. Y para que no se me acuse de criticar por criticar, sugiero directamente la camiseta y, si no es plan, un polo -no hace falta que sea Tommy Hilfiguer, ni siquiera Lacoste-. En el  caso que nos ocupa tampoco estaría mal uno con botones hasta abajo, que le da un toque muy guayabera, muy Cuba y muy revolucionario.
3. Relacionado con el anterior, en el bolsillo de la camisa, polo o camiseta jamás se llevan bolis. ¿Por qué? Pues porque queda feísimo y, además, se descargan.
4. Adiós al pin. Es muy del gusto político colocarse en la americana lo que siempre vino siendo una insignia. Ora del escudo de la ciudad en la que cada uno ejerce, ora del Principado, ora del Sporting o del Rayo Vallecano. Por favor… Está tan feo como el pasador de la corbata. Ya puestos, mejor una chapa aprovechando la vuelta del afterpunk.
5. Cuidado con la profusión de pulseras. Marichalar puede permitírselo, el resto, no. Aznar el que menos. Y Churruca, pues tampoco.
Y para empezar, suficiente. No quiero abusar ni tampoco hacer un trabajo que no me corresponde. Aquí lo dejo. Besos para todas. Y para todos, por supuesto.

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