Por María de Álvaro:
Los bueno de los fallos informáticos es que uno nunca tiene la culpa. Pasa lo mismo que con los retrasos en los aeropuertos, los atascos y algunas relaciones personales. Y no tener la culpa de algo no vale básicamente para nada, pero tranquiliza mucho. Y la tranquilidad, como la paciencia, es una buena amiga para casi cualquier cosa. Menos para salir de copas, por ejemplo.
Viene esto al caso, claro, de los cuatro días de silencio impuesto de este blog que es el suyo, señora (y caballero, por supuesto) en los que, confieso, he sentido por primera vez mono bloggero, además de otras docenas de nostalgias diferentes más. A lo mejor porque ayer, inmersa como estaba en mi inactividad virtual, cumplí 33. Fue el jueves, así que el domingo, resucito. Lo prometo. Y, si no, hago lo que haría cualquier ingeniero informático que se precie. Apago y enciendo. A ver.