Por Leticia Álvarez
Te queda grande tu leyenda. Te la habías ido forjando dando esquinazo a la ‘poli’ y dejando tras de ti un reguero de sangre. El delincuente más buscado. El Solitario. Menudos títulos. Grande de España. Hasta que te dieron alcance antes de cruzar el charco y entonces los méritos ya no te arriendan la ganancia. ¿Ibas a hacerte las ‘américas’? Eres el mejor, el más escurridizo, por eso te ingresan en una cárcel de máxima seguridad. Así es el protocolo. Es de ley, al rey lo que es del rey.
Pero eso ya no te gusta tanto y entonces te coges una pataleta de esas que están tan de moda entre los reos ‘importantes’ y te pones en huelga de hambre. El problema es que con los gustos tan caros que te gastas no soportarás mucho el ardor de estómago. A lo mejor lo que no te gusta es estar tan acompañado.
Te has dedicado a dar el palo a todos, sin dar un palo al agua y ahora te sientes ‘apaleado’. Se acabó amigo. Se acabó aunque te tienten las mieles del cine y la literatura biográfica. Si lo hacen, al menos que te cambien el chándal lustroso con el que fuiste capturado. Queda más mono el estilo Warren Beatty en Bonnie and Clyde, aunque siempre te falte la maravillosa Faye Dunaway con sus boinas. Y para colmo te falta la gracia del Dioni.
Salud, solitario