Por María de Álvaro:
Las parejas perfectas tienen un problema. No existen. Les pasa lo mismo que a la gente perfecta y en este caso se añade, además, la complicación de la coincidencia. Existen, eso sí, las parejas que hacen por serlo. Por ser parejas, no por ser perfectas, se entiende. Son las que lo consiguen las que llegan a tener nietos, que tener hijos es fácil y a veces hasta un accidente. Y no como el primer día, naturalmente. Porque son esas parejas las que un día decidieron enfrentarse juntos a la naturaleza dispersa del ser humano y todos los días por la mañana vuelven a decidirlo. Con un par.
Yo pensaba que Cecilia y Nicolas eran de esos. Estaba segura de que iban a tener nietos. Y no por accidente, claro. Pero parece que no. Cecilia y Nicolas se divorcian. Y yo debería estar dando saltos, claro, dado mi amor confeso por el presidente francés. Pero no he dado ni uno. Supongo que porque, dado también mi optimismo patológico, pensaba que, aunque nadie es perfecto, ellos sí tenían un par. Una pena. O una ‘liberation’. Nunca se sabe.