Por María de Álvaro:
Cuando algo me gusta, no me gusta, soy fan. Y desde el sábado soy fan del rugby, la cosa que más alegrías me ha dado en menos tiempo y sin pedir nada a cambio.
Todo empezó como empiezan las grandes historias de amor, con una huida. Estaba yo huyendo del Barça, del Madrid y de todos sus primos y sobrinos cuando me tropecé con la final del mundial en una cervecería. De momento, claro, le di la espalda a la tele y miré a los ojos de mi caña, pero una frase me obligó a girarla y no darme la vuelta hasta el final.
‘El rugby –oí– es un deporte de bestias jugado por caballeros’. Nada que añadir. Fan hasta la muerte.
Pero todavía quedaba lo mejor. La cervecería era irlandesa y la clientela, inglesa. O sea, nadie iba con Sudáfrica. Y una, de corazón bondadoso, decidió apoyar a los chavalotes. Lo decidí por eso y por el chavalote con el número 15, además de porque las camisetas verdes me parecieron mucho más monas que las blancas. Una tía con criterio, a ver.
Y así, en poco más de una hora, gané una nueva afición y el campeonato del mundo. Cuando me pongo, me pongo.
PD. Y lo de Fer, pues nada, pa la próxima.