Por María de Álvaro:
Habitan La Rocinha 100.000 ejemplares de ser humano dignos de ver, que ya se sabe que uno nunca puede apreciar su particular estado de bienestar si no se compara. Como aquel sabio que llevaba a otro detrás, el de Calderón, el que tiraba hierbas. Son 100.000 y no están en jaulas, pero así es mejor, porque en cualquier momento uno de ellos puede descerrajarte un tiro. Y eso mola, el riesgo, digo, la adrenalina. La Rocinha tiene otra ventaja: está a dos pasos de Ipanema, media hora de autopullman de lujo con su air condicioner y su todo para llegar al paraíso y beberse un coco. Un chollazo para apreciar lo mejor de Río: sus contrastes. Claro que lo mejor lo mejor no es eso, si no contarlo todo de vuelta a la oficina. Así que sí, los tours por la favela se han puesto de moda. Y no me extraña, porque hasta te dejan fotografiarte con un narco de sangre y hueso. Si mi abuela leyese esto diría: ‘Pues no sé adónde vamos a llegar’. Pues yo tampoco, mira.