La justicia social no existe. En Asturias, una es una osa y le ponen a un machote a disposición, aunque sea compartido y tenga que ligárselo con público. Pero si es urogallo la cosa cambia. Si uno es un urogallo lo que le ponen es un transmisor para ver por dónde anda y, hala, a buscarse la vida. Como si fuera una miserable gallina. O un humano, que es mucho peor. El pobre urogallo que se pasea por Tarna me tiene el corazón en un puño. Debe ser porque como aquí todavía no hay Consejería de la Igualdad, los urogallos y los osos no tienen los mismos derechos. En fin, que fiel como siempre a la máxima de ‘un problema, una solución’, yo estoy pensando en pedir asilo político en Cabárceno y llevarme conmigo al urogallo. Él iba a notar la diferencia. Yo, a lo mejor no tanto, porque entre Cabárceno y algunos bares el sábado por la noche no creo que haya mucha. Y encima en el parque me libro de las despedidas de soltero.