Son feos. Feos y desagradables. Mirarles la cara, mientras desayuno, me revuelve el estómago. Porque tienen esa fealdad que da el odio. Y esa fealdad no se quita ni con mil cirugías estéticas. Porque esa fealdad se lleva dentro y sale por los ojos, y los convierte en cuchillos. O en pistolas. O en detonadores. Afortunadamente, a partir de ahora, su odio sólo servirá para hacerles daño a ellos mismos. Afortunadamente, a partir de ahora y espero que por muchos años, sólo podrán mirarse al espejo de su celda.
Lo malo es que ese odio no es sólo patrimonio suyo. Lo malo es que ese odio está extendido desde hace años, décadas, a través de una siniestra tela de araña, la misma que les ha permitido ser alcaldes, concejales y parlamentarios. Y esa tela de araña es el verdadero problema. Y hasta que no se despeguen de ella todos esos que dicen que están hartos de tanta sangre, pero no hacen nada por detener la hemorragia, ETA seguirá matando. Porque entre disparar y mirar para otro lado hay cada vez menos diferencia.