Son feos. Feos y desagradables. Mirarles la cara, mientras desayuno, me revuelve el estómago. Porque tienen esa fealdad que da el odio. Y esa fealdad no se quita ni con mil cirugías estéticas. Porque esa fealdad se lleva dentro y sale por los ojos, y los convierte en cuchillos. O en pistolas. O en detonadores. […]