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Indiana, 27 años después

“He conocido a muchas mujeres en estos años,
pero todas tenían un problema: ninguna era tú, cariño”

Me lo dijo ayer. Me lo dijo dos veces, en las sesión de las seis y en la de las nueve, y sólo por eso a mí ya me hubiera merecido la pena el reencuentro. Porque yo a Indiana Jones le juré amor eterno hace años, décadas, escondida debajo de una butaca del Teatro Arango. Se lo juré mientras sufría viendo como aquel malo malísimo trataba de arrancarle el corazón. Y cuando algo empieza así, tiene que terminar bien por fuerza. Lo nuestro es ya un rollo tipo ‘Amor en los tiempos del cólera’, así que por eso me permito ponerle unas pegas a la última entrega de mi héroe.

Querido, Indi, varias cosas:

No me ha gustado nada tu hijo, el mundo está lleno de macarras con gracia, de buenos malos, tú lo fuiste, y lo sigues siendo. Él no llega. Lo siento. Ni el actor ni mucho menos el personaje.

Tampoco te acabo de ver de agente doble de la CIA en la II Guerra Mundial, pero he de decir en tu descargo, y en el de Lucas y Spielberg, que se agradece que no nos hayáis presentado un panfleto de la Guerra Fría con americanos guapos, buenos y listos y rusos feos, malos y tontos.

He echado de menos a tu padre. Aunque supongo que tú también. Y creo que Marion, la gran Marion, podría haber sido un poco mejor tratada por los departamentos de vestuario y peluquería. El casquete que le colocaron en la cabeza no merece ni comentario, si me permites la frivolidad.

Y por último y más importante, aunque no creo que sea culpa tuya, no te perdonaré nunca nunca ese comienzo hortera, ni mucho menos lo de los ridículos topos. Estoy de acuerdo en que no está bien tomarse a uno mismo demasiado en serio, pero de ahí a faltarse al respeto hay un gran trecho. Y te lo digo yo que perdoné lo de los ewoks y sería capaz hasta de pasar por alto a Jarjarbin.

Por lo demás, querido, he de decirte que me has hecho reir, llorar, saltar en la butaca, ahogar más de un grito y hasta aplaudir, aunque fuera sin hacer ruido. Como siempre. Como la primera vez. Tu calavera de cristal es Indiana pero también mil y un clásicos, porque ayer te vi a ti y vi una de Tarzán, algo de ‘Los invasores marte’ y hasta del ‘Vengador Toxico’, vi ‘West Side Story’… y por algún segundo incluso creo haberte confundido con el gran Fox Mulder. Y he de confesarte que enseñarme otra vez el ‘Arca perdida’, aunque fuera de refilón, fue un detalle. Lo mismo que todos los demás guiños y lo mismo que el hecho de que hayas asumido que el tiempo pasa y que hayas sabido reirte de tí mismo como sólo tu sabes.

Nada más, amor, que me ha encantado volver a verte. Hasta cuando quieras.

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por María de Álvaro

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