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Washington con un par de piernas

Llegué a esta ciudad detrás de dos tíos. No es que me sienta orgullosa, pero es así y lo confieso. Yo sólo quería acercarme a la Casa Blanca para ver salir a Josh Lyman, quería verle caminar, llamarle y que se diera la vuelta, como solo Josh Lyman sabe hacerlo, quería que me enseñara el despacho del presidente Bartlet, que me contase alguna intriga. Pero no hubo suerte, porque el ‘ala oeste de la Casa Blanca’ no está abierta a turistas. Una pena. Claro que yo, inasequible al desaliento a nada que me ponga, enfoqué hacia las oficinas centrales del FBI, y me colé en el sótano y busqué desesperada el despacho de Fox Mulder. Porque yo también quiero ‘believe’. Pero tampoco hubo forma de hacerme con un ‘Expediente X’.

Así que ahí me quedé, en medio de una ciudad con un centro algo inóspito y demasiado lleno de corbatas y maletines para mi gusto, sin uno y sin otro, pero con un par de piernas que caminan, algo que, bien pensado, es mejor que cualquier otra cosa. Y así me pasé una mañana entre bailarinas de Degas y anatomías de Rodin en la National Gallery. Así tuve a diez centímetros de mi mano la última escopeta de Gerónimo, la que llevaba en Fort Sill cuando los vaqueros ganaron por última vez a los indios. Así pude ver como la más terrible máquina de matar de todos los tiempos es hoy, paradoja, una atracción de feria en uno de los museos del Smithsonian, porque ahí esta el Enola Gay. Free visit. Así comprobé cómo es posible levantar un templo griego siglos después de los griegos y hacerlo a la memoria de un hombre que pidió en vida que, por favor, jamás le dedicasen un monumento mayor que su propio escritorio. Pobre Lincoln.

Washington es todo eso. Y es también garitos en los que suena el jazz como en la misma Nueva Orleans. Y bares llenos de rastas, música reagge y copas de colores. Y mexicanos amables que te salvan la vida en medio de la calle. Y restaurantes etíopes para comer con las manos… Washington es, claro, la capital de un país que lo mejor que tiene es precisamente eso, que es una pura mezcolanza. Si es que las mezcolanzas pueden ser puras. Pero eso es lo de menos.

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por María de Álvaro

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septiembre 2008
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