Sin maletas y con seis horas robadas a cuenta del uso del huso horario vuelvo y me entero, así, de golpe, de que se terminó el verano. Se enteró, de hecho, mi pie izquierdo antes que mi cerebro esta mañana, cuando tocó el suelo congelado. Luego ya me di cuenta yo misma al asomarme a la ventana, que soy lenta de reflejos, y por la mañana, más. Claro que no sé si hace frío de verdad o lo tengo yo después del partido de anoche. Que una cosa es que te cuenten que perdimos 1-6 contra el Barça y otra ver con tus propios ojos como entran siete goles. Uno por uno. Uno detrás de otro. Y alguno hasta de Raúl. Pero ser del Sporting no se elige. Pasa como con la familia. Y al Sporting, como a la familia, uno (una) le debe amor incondicional. A ver si no se nos rompe de tanto usarlo. No debería.