Hay bodas en las que te duelen los pies, bodas en las que se acaba el hielo para los gintonics, bodas en las que el pincha es un pesao y fan de David Bisbal. Hay bodas en las que no conoces a nadie, bodas en las que te sientan con un primo lejano con el que no sabes de que hablar, bodas en las que te dan para cenar merluza rellena, con lo mala que se pone la merluza a nada que le metas algo dentro. Hay bodas-maratones a las que llegas a las once de la mañana y no te vas hasta el día siguiente, y eso sin contar las horas con los rulos en la peluquería. Hay bodas exprés, de esas en las que está el cura diciendo lo de ‘hasta que la muerte os separe’ y tú ya intuyes que la cosa se va a ir al carajo sin funeral mediante… Hay bodas. Muchas bodas. Y no todas son un coñazo. Yo mañana tengo una. Y coincide que se casan dos personas de esas que uno (una) no tiene la suerte de conocer todos los días. Dos personas de esas que le alegran la vida a cualquiera. Porque para eso están. Porque así es su vida. Para ellos es la canción de la semana. La de ésta y la de todas las que les quedan por delante. Que serán muchas, que no es que tenga yo mucho ojo para esto, pero me da que de aquí a unos años, también muchos, voy a conocer a los nietos de Alicia y Eduardo.