Cualquiera que haya sido niño -o sea, prácticamente cualquiera a excepción de Juan Manuel de Prada y dos o tres más- sabe que los niños no son inocentes. Los niños son, somos/fuimos, gente más o menos malévola y, en todo caso, egoísta en el sentido más literal y natural, de naturaleza, del término. Muy egoísta. […]