Por María de Álvaro:
Como el Almendro, he vuelto a casa. A casa de mi madre, se entiende. Y no por Navidad sino por un accidente que me ha convertido en invalida temporal. Cuento esto para explicar que yo el DEBATEEEEEEEEE lo vi en familia. Y cuando uno ve o hace cualquier cosa en familia, pues discute, que para eso está la familia. A ver quién no tiene una abuela que el próximo día 9 va a buscar como una loca la casilla de Blas Piñar, “porque tú, niñina, no te acordarás, pero con la puerta abierta dormíamos y nunca pasaba nada” o un abuelo que si no fuera porque va pegado a un bastón dispuesto estaría a boicotearlo todo siendo como es de la CNT de toda la vida, “que los de ahora ni son rojos ni nada”.
Pues, eso, que en el sofá de mi casa se oyó algún encendido “¡ese Mariano!” y también algún “¡calla, por Dios, mira Zapatero como le sale a esa!”. Vamos que hubo cierto conflicto y que cuando se calentó más la cosa hasta se oyó alguna amenaza del tipo “pues si votar votas a esos aquí no comes más”. Lo que no sacamos fueron los cuchillos. No los sacamos en mi casa, que esta mañana he leído que en un pueblo de Valencia dos compañeros de piso acabaron a puñaladas. Dicen que fue en el capítulo de la inmigración y dicen que fue porque uno era español y el otro polaco. El de la navaja, por cierto, era el ‘de los nuestros’. Y menos mal, porque tal y como andan algunos patios…