A propósito de ‘Una mala racha’, de Julio Rodríguez
El día en que Gregorio Caballero preguntó «de cuánto estamos hablando» y no «de qué» se convirtió en autor de libros de eso que se ha dado en llamar autoayuda y divulgación. Ese día Gregorio no amaneció convertido en escarabajo, como su tocayo Samsa en ‘La metamorfosis’, pero le pasó algo parecido: se rindió a la evidencia de que uno puede «ganarse la vida a costa de desperdiciarla». Con semejante alegría para el cuerpo, los 50 cumplidos, un hijo veinteañero y una ex que pasan de él y una próstata que le tiene yendo al baño cada dos por tres, Gregorio se presenta en su patria, que, como todo el mundo sabe gracias a Rilke, es la infancia. Y así, en un pueblo costero de Asturias «de los que se llenan en verano y se vacían en invierno», comienza la nueva novela de Julio Rodríguez.
‘Una mala racha’ es el relato de un ganador que pierde o, más bien, de un perdedor que triunfa en un mundo editorial tirando a gris. D-crépita publica, de hecho, sus ‘bestsellers’, de títulos tan reveladores como desternillantes. A saber: ‘Del tam tam al tomtom: evolución de la comunicación humana’, ‘Casa de citas: 1.001 frases para triunfar en sociedad’, ‘¿Qué piensa tu perro cuándo te mira?’, ‘¿Qué piensa tu gato cuando te mira?’, ‘Levántate y hazlo, hacia un desarrollo exitoso de la autoeficacia’… Y así hasta cerca de 40, porque la novela incluye ‘bibliografía’ de su protagonista.
La historia de Gregorio, tan vieja como el hombre y tan contemporánea a la vez, es la de una obsesión, o dos: el sentido de la vida y el paso del tiempo. «Uno acaba asumiendo que vivir consiste en ubicarse, en hacerse hueco, en encontrar un sitio donde no estar de más», lanza para en otro momento sentenciar que «la vida no es más que una enfermedad degenerativa».
‘Una mala racha’ no es, en todo caso, un amargo lamento existencial, aunque tenga sus dosis de nostalgia, sino una novela cargada de ironía. Rápida, certera, por momentos brillante y, además, muy bien estructurada, nos va llevando de un lado para otro sin movernos del pueblo («la envidia de Macondo») con su protagonista y un puñado de maravillosos actores de reparto: un padre malencarado y sabio, una madre amorosa y fuerte, una anciana tía con un secreto genial, un examor «que florece todo el año»… borrachos filosóficos, marinos que parecen monjes budistas, héroes sin dientes…
Gregorio intercala presente y pasado con páginas de sus propios libros (imprescindibles sus ‘consejos para el catarro’ y la mencionada bibliografía); recetas que hacen salivar (chorizos «como prendas de lencería», menestras «atléticas», tortillas de patatas «dignas de ser enviadas al espacio exterior» o un virrey que te vuelve «monárquico»); noticias de periódicos y hasta ese género literario tan infravalorado: la esquela.
‘Una mala racha’ es, de paso, y sin darse la más mínima importancia, una fantástica lección de metaliteratura llena de «frases inquietas e inquietantes como largas filas de hormigas en el jardín». Julio Rodríguez deja claro que una novela es «una empresa compleja y precisa como el mecanismo de un puto reloj suizo», que sin conocer los «entresijos del idioma» no hay «magia en forma de palabras» que valga y que escribir, como construir un barco, tiene «algo que ver con el swing, con hacer las cosas un poco con el corazón y otro poco con la cabeza». Y a esas dos partes del cuerpo dispara el ovetense, profesor, poeta y superviviente, como su Gregorio, en un mundo en el que «Coelho está comiéndole la tostada a Carver». Por suerte, aún quedan libros para darle la vuelta al partido. Éste, por ejemplo.