Por María de Álvaro:
De todos es sabido que el deportista no suele tener lo que se dice mucho gusto a la hora de vestirse de vestir, redundancia que me gusta a mí lo que más. Casos hay por millones y todos tenemos alguno cerca, hombres (también mujeres) que están estupendos con el pelo mojado, vaqueros y camiseta, pero se crucifican en cuanto se quieren lucir y cogen la americana y el secador. Por dar un nombre sin que nadie se enfade conmigo, Guti es el ejemplo máximo, un hortera en toda regla. A lo mejor es que tanto chandal imprime carácter. Qué se yo.
El caso es que a mí que Guti sea un hortera me da igual. Lo que no me da nada igual es que los deportistas españoles que se van a los Juegos Olímpicos de Pekín me vayan con esa pinta, por Dios. Ellos, de traje rojo, que parecen los palmeros de un espectáculo de flamenco japonés. Y eso hasta que se ponen el sombrero panamá y entonces talmente vienen de una despedida de soltero en Cuba. Ellas, peor, trajín chaqueta de manga corta que creíamos desterrado ya desde el 92, y para colmo de males, ¡amarillo!, con lo que fiede ya el color de la temporada y no estamos ni en junio. Resulta que fue una tal Li Ning Company la perpetradora de los modelones. Y yo me imagino que la tal Li Ning Company será una cosa del tipo Almacenes El Machetazo, porque otra cosa no se entiende.
Pues voy al grano y a lo que iba, que digo yo que los deportistas olímpicos que se pongan en huelga o algo, hombre. Que ya bastante hacemos el ridiculo a la hora del reparto de medallas como para hacerlo así, sin empezar siquiera. Y así matábamos dos pájaros de un tiro. Ay, Dalai, qué viva el Tibet.