Tengo un amigo que lleva toda la vida sosteniendo que Nueva York y Gijón son las dos ciudades más parecidas del mundo. Y yo llevo toda la vida discutiendo con mi amigo. Diciéndole que está como una cabra. Pero eso es porque llevo toda la vida sin estar en Nueva York. Ahora estoy aquí y, querido Ángel, desde aquí te lo digo: tenías razón. Y no te rías. No digas ‘te lo dije’ que me revienta lo que más. Como a todo el mundo. Pues Ángel, que además de ser mi amigo es coleccionista compulsivo de barbies (y eso no es que importe en este caso, es solo que quería decirlo), tiene razón por varias cosas. La primera, que cuando llueve, aquí tampoco hay manera de encontrar un taxi. Claro que eso no es decir nada, porque eso pasa en todas partes. Sobre todo en Gijón, Nueva York y Bogotá, apunta mi también amiga Rosa, pero eso es porque va por el segundo dry martini.

A lo que iba. Que Gijón y Nueva York son las dos ciudades más parecidas del mundo, aunque más bien debería de decir que los gijoneses y los neoyorkinos son las personas más parecidas del mundo. Sucede que en esta ciudad everybody se cree también que vive en el mismo centro del universo, en el lugar más fantástico en el que uno puede vivir, y eso nos pasa mucho en la villa de Jovellanos. Y tenemos la misma razón, of course. Sucede además que la costumbre de cenar a horas que el resto de la humanidad consideraría intempestivas es tradición compartida. Y eso tranquiliza mucho, porque tu llegas al restaurante más cool de Manhattan, diseñado por Julian Schnabel y todo, y son las mil, y, oye, como cuando le pones cara de pena a Javi en la barra del Rubiera. Vamos que te dan de cenar así sean las 12 de la noche.

La puntualidad tampoco es un valor al alza. Vaya que quedas con alguien, apareces una hora tarde y no pasa de nada que para eso están las barras de los bares, para esperar tranquilamente. Aquí, claro, no se toma una botella de sidra, pero se toman un par de coctails o siete y problema solucionado. Y sin estreses, que esto es USA pero no es USA, que es NYC.

Pero no se vayan todavia que hay más. Queda lo mejor. Porque en Nueva York también puedes estar tranquilamente en la calle echando un pitu (en eso no nos parecemos, aquí si quieres fumar, tienes que chupar acera, como los perros) y empezar a hablar con un propio que te pide un mechero y terminar contándote que él los veranos los pasa en Quintueles, concejo de Villaviciosa. Literal y verídico y lo juro por los hijos que no tengo. Belive me.