El debate sobre el estado de la región llega en un momento inoportuno, a los tres meses de la celebración del pleno de investidura. Los datos económicos y sociales de Asturias son los mismos que hace un trimestre, los proyectos para este mandato ya han sido descritos y los problemas no hubo tiempo de resolverlos. Las intervenciones de los líderes políticos serán un calco de lo oído en la sesión de investidura, pero lo malo no está en la repetición, sino en ahondar en las diferencias entre partidos al empezar el curso político, cuando es más necesario el consenso. Las tres principales iniciativas del Gobierno para este curso: aprobación de los Presupuestos del Principado para el año 2008, la reforma del Estatuto de Autonomía y la concertación social, necesitan del apoyo de otras fuerzas políticas.
El presidente Areces ha puesto el dedo en la llaga al pedir que la actividad política no frene el crecimiento económico. Más que la política habría que hablar de la politiquería o de los intereses de partido. En Asturias hay una gran estabilidad, el crecimiento económico es muy parecido al de los años precedentes, el gasto social se mantiene porque las políticas que lo impulsan son las mismas, y en cuanto a las inversiones en infraestructuras se atienen al mismo programa que en la pasada legislatura. Sin embargo, todo el mundo percibe que será difícil que las propuestas del Gobierno prosperen en la Junta General del Principado.
Al presidente le corresponde buscarse aliados en la Cámara para sacar adelante sus planes. Esa es la lógica de los sistemas parlamentarios: no se puede gobernar contra una mayoría de escaños. Para obtener el visto bueno del Parlamento el ex presidente Aznar llegó a hablar catalán en la intimidad, así que se trata de una tarea en la que no cabe escatimar esfuerzos. No obstante, es oportuno advertir que sería un contrasentido que una oposición de naturaleza heterogénea, como la formada por el PP e IU, realizara sistemáticamente una política homogénea cuando se trata de confrontar con el Gobierno. Cuando las relaciones entre los representantes políticos están sesgadas por intereses particulares, deben alzarse voces desde la opinión pública en defensa de los intereses generales. Asturias no puede quedar en lista de espera hasta que los líderes políticos se pongan de acuerdo, cuando el motivo de la discrepancia no está en la solución a los problemas, sino en el encaje de los políticos en las instituciones.