La última propuesta del Gobierno para rebajar el peaje del Huerna ha experimentado un generalizado rechazo: PP, IU, transportistas y agentes sociales. La idea de suprimir la tasa para los usuarios habituales no ha dejado contento a nadie. Los transportistas se quejan de que la mejora se circunscribe a los vehículos ligeros y ellos son los principales clientes de la autopista, pero con medios pesados. Los partidos políticos y los agentes sociales se aferran a la literalidad de la promesa realizada por Zapatero en la campaña electoral –supresión total del peaje- y consideran que el Gobierno no cumple con su programa.
En este asunto, como en tantos de la política española, hace falta tener valor para poner las cartas boca arriba y terminar con la demagogia. El Gobierno podría hacerlo, pero el equipo de Zapatero nunca procede así. El estilo de ZP consiste en embellecer siempre la realidad y evitar cualquier argumento que cause el menor malestar a la audiencia. Llevar a cabo el mayor programa de infraestructuras de transporte que se está realizando en Europa y aumentar los derechos del Estado del Bienestar (Ley de Dependencia, más becas para estudiantes y mayores prestaciones sanitarias), mientras se rebajan los impuestos. Todo es posible, hasta rescatar el peaje del Huerna, aunque suponga un desembolso de 1.300 millones de euros.
El Gobierno tendría que haber dicho a los asturianos que al candidato Zapatero se le calentó la boca el día que anunció en Gijón la supresión del peaje. ¿Podríamos sentirnos defraudados los asturianos? Se puede decir cualquier cosa, pero sin autoridad moral, ya que el Gobierno está ejecutando en Asturias las mayores inversiones de nuestra historia en la autovía del Cantábrico, la autovía del interior, la variante de Pajares, la ampliación de El Musel, el plan de la minería y el HUCA. A eso habría que añadir que la ampliación del peaje por 29 años fue una decisión del Gobierno del PP. El peaje del Huerna podría ser reducido a través de un plan progresivo, a quince o veinte años, hasta dejarlo anulado. En el estilo de Zapatero no entra esta forma de comunicarse con la sociedad, porque el Gobierno sólo puede anunciar medidas maravillosas, como si viviésemos en un país mágico.