El Gobierno quiere recuperar la normalidad en las relaciones con Venezuela tras el incidente surgido en la jornada de clausura de la XVII Cumbre Iberoamericana. Para ello sólo necesita que pase el tiempo y no hacer más declaraciones que contribuyan a avivar el fuego. De la escena del desencuentro destaca la pregunta directa del Rey: “¿Por qué no te callas?” En los últimos días se ha repetido miles de veces. Parece ya una contestación-tipo para zanjar la discusión con un botarate. Como estamos en un país de finos, hay gente que le saca punta al tuteo, como forma de dirigirse en público a un jefe de Estado, y otros van más allá y consideran que el Rey tenía que haber permanecido hierático, dejando todo el protagonismo a Zapatero. De las críticas vertidas sobre la actuación del Rey, la más simpática fue la de Llamazares, al considerar “excesiva” la reacción del monarca. Sobre Chávez no dijo nada el líder de IU, porque se siente ideológicamente cercano. Una fuerza que se reclama de vanguardia, como IU, no puede avanzar con tanto lastre y tanto respeto reverencial por figuras retrógradas como Chávez.
Más llamativo que el ya famoso, “¿por qué no te callas?”, es el discurso retórico de los caudillos izquierdistas de Iberoamérica. Para muestra bien vale el botón de Fidel Castro: “El 10 de noviembre de 2007 pasará a la historia de América como el día de la verdad. El Waterloo ideológico ocurrió cuando el Rey de España preguntó a Chávez, ¿por qué no te callas? En ese momento todos los corazones de América Latina vibraron”. Hay que ser huero y ridículo para decir algo semejante. La diferencia entre las dictadores militares y los caudillos de izquierda reside en que unos son declarados enemigos del pueblo y los otros son igual de enemigos pero tienen un discurso oficial centrado en redimir las clases populares. La falta de libertad y la penuria caracteriza, a la larga, a los países gobernados por autócratas.
A cuenta de este suceso, el PP dice que el Gobierno recoge los frutos de su política exterior. Es injusto culpar a Zapatero de las desabridas respuestas de Chávez, pero es cierto que nunca estuvo la España democrática tan lejos de los líderes del mundo libre y con unas relaciones tan confusas con los caudillos populistas.