El diputado Álvaro Cuesta contradice a la portavoz del Gobierno regional, Ana Rosa Migoya, al afirmar que el Estatuto de Autonomía de Asturias debe incluir fórmulas que aseguren la financiación de los ayuntamientos. Esa opinión ya la había sustentado la alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, poniendo como ejemplo al Estatuto de Cataluña que contempla un fondo de cooperación local al que los ayuntamientos pueden acudir para financiar los proyectos que consideren más convenientes.
Hubo una época (ya lejana) en que Cataluña era un ejemplo de buen gobierno. La mesura, el tacto y un cierto europeísmo convertían a esa región en un modelo que los demás debían imitar. Ahora estamos en las antípodas de aquel estereotipo, y en Cataluña abunda el disparate, como puede comprobar cualquiera que lea el preámbulo del “Estatut”. La idea de enderezar las finanzas de los ayuntamientos desde la letra de los estatutos de autonomía no deja de ser una forma de desnaturalizar las cartas autonómicas. Pero lo que ya resulta un desatino es crear un fondo de cooperación local de libre disposición por parte de las corporaciones municipales. La cooperación local tiene que ser un arma de planificación territorial en manos de las comunidades autónomas para vertebrar el territorio. En una región como Asturias, con los alcaldes convertidos en pequeños virreyes, hablar de fondos de financiación dotados por otras administraciones para que los usen los ayuntamientos sólo servirá para relanzar el gasto sin sanear la economía local. Esta región está demasiado acostumbrada a recibir o demandar fondos (estructurales, cohesión, mineros, suficiencia, interterritorial, etcétera) que no comportan obligaciones de gestión, más allá de destinarlos a los fines anunciados.
Los ayuntamientos tienen economías maltrechas. Para afrontar este problema hace falta una nueva Ley de Régimen Local, como había prometido Zapatero, pero esa tarea queda aplazada para la próxima legislatura. Hay dos maneras de mejorar las finanzas: recortar el gasto (vía que no sigue ningún alcalde) o incrementar los ingresos aumentando la carga tributaria. O nuevos impuestos o recargos sobre impuestos del Estado. No hay terceras vías.