La “reforma Quirós” sólo será viable si logra incentivar al personal
“Con el dinero que se gasta en recetas en Asturias haríamos un Hospital Central al año”. El “titular” que dio Ramón Quirós en su última comparecencia parlamentaria para explicar los presupuestos de su departamento confirma la medida del personaje: el consejero estrella del Gobierno de Álvarez Areces. Tras dos legislaturas encabezando gobiernos con vocación funcionarial (para disimular el tono grisáceo de los consejeros, los medios inventaron la etiqueta de “técnicos”), por fín tiene el presidente Areces un consejero que conecta con la sociedad.
En el acto de su toma de posesión como consejero, Ramón Quirós ya puso el dedo sobre la llaga al señalar que la reducción de las listas de espera era el principal objetivo de su mandato. Posteriormente, en el Parlamento, sacó a la luz un asunto que estaba tapado: la escasez de médicos; como solución novedosa, propuso ir al extranjero para contratar facultativos. Ahora, al presentar las cuentas de su consejería para el año 2008, Ramón Quirós señala que el gran problema para la gestión sanitaria está en el gasto, una variable que se alimenta en gran medida del fácil acceso de la población a la farmacia.
En la gestión de la sanidad, Asturias, al igual que el resto de las comunidades autónomas, se juega la viabilidad del autogobierno. Hace dos años, con todas las cuentas regionales descompensadas, Zapatero convocó la II Conferencia de Presidentes para firmar un cheque de 1.677 millones de euros destinados a las consejerías de salud. Un parche que sirvió para trampear la legislatura, pero ahora se necesitan soluciones duraderas.
En cuestión de sanidad, Asturias tiene una ventaja sobre el resto de las regiones, y consiste en la visión que tienen los ciudadanos de su sistema sanitario, que recibe la nota más alta en las encuestas que hace el Barómetro Sanitario por todas las comunidades autónomas. No obstante, recrearse en este dato sería un error, porque la confianza en el sistema público se desmorona en toda España, como lo prueba el crecimiento espectacular del gasto sanitario privado. En sólo tres años, del 2003 al 2006, se ha quintuplicado el número de ciudadanos que optan por ser atendidos en un centro privado.
El consejero de Salud se ha declarado dispuesto a reformar el sistema sanitario asturiano porque la prolongación de la actual política sería catastrófica para la sostenibilidad del sistema. ¿Por dónde empezar?
Lo primero que se debe constatar es que un cierto margen de gestión que había al recibir las competencias sanitarias del Insalud ya se ha agotado. Me refiero a la mejora de las percepciones económicas de los profesionales, que se llevó a cabo tras dos huelgas, sin obtener el sistema sanitario ninguna mejora a cambio. Tras la huelga del año 2002, el Principado asumió el gasto de 58 millones de euros, que quedaron incorporados al sistema, pero los centros de salud siguieron cerrados por las tardes. El reconocimiento de la carrera profesional de los médicos, realizado hace un año, tampoco trajo ningún beneficio: se pagó la dignidad, pero no mejoró el servicio. No se logró reducir en un día las estancias hospitalarias, que hubieran provocado un ahorro anual de 60 millones de euros.
Los números cantan. Al empezar la actual legislatura autonómica, la lista de espera quirúrgica en el Hospital Central estaba en 189 enfermos, y ahora supera el millar. El Principado ha optado por una situación de emergencia, al desviar a 900 pacientes para que sean operados en centros concertados.
El mejor reclamo para el desarrollo de la sanidad privada son las listas de espera en la sanidad pública. Si un sector significativo de la población decide comprar servicios sanitarios, la sanidad pública propenderá hacia la marginación. Cuando los servicios públicos (hospitales, autobuses, colegios) no son interclasistas, el sistema tiende a lanzar una oferta de mínimos para uso preferente de los ciudadanos sin recursos.
PERVERSIÓN DEL SISTEMA
Una de las perversiones del sistema asturiano estriba en que somos una de las regiones que tiene un gasto hospitalario más alto por cabeza y un gasto en farmacia que ha crecido fuertemente, mientras que sólo 23% del gasto en personal se destina a centros de Atención Primaria. Hay una norma no escrita que dice que el escaso tiempo en consultas de Atención Primaria conlleva más gasto en recetas y más pacientes derivados hacia los hospitales. De alguna manera hay que quitarse los problemas de encima.
Con los centros de salud cerrados a las tardes, los hospitales reciben una demanda que no les corresponde. En países que tienen buenos sistemas de salud, como Suecia o Canadá, el 45% de los médicos trabaja en centros de Atención Primaria.
Listas de espera, gasto en recetas, jornada vespertina de trabajo, constituyen un conjunto de problemas que descansan sobre la figura del médico. Al final, los problemas de la sanidad son problemas de personal. La “reforma Quirós” sólo saldrá adelante si encuentra aliados dentro del propio sistema de salud. Los anteriores gobiernos de Álvarez Areces perdieron tiempo y gastaron recursos en tapar problemas, que es la forma de rodear las soluciones.
La inauguración del nuevo Hospital Central podría ser la ocasión para renovar métodos y mentalidades, para crear una nueva cultura asistencial, pero en estos momentos el Huca es más un problema que una oportunidad, con el 50% de sobrecostes del complejo hospitalario sometido a una dura negociación para maquillar los deslizamientos extrapresupuestarios con el objeto de que no pierda validez el contrato de la obra: cómo bajar del 50% al 20% sin que ninguna de las dos partes (Principado, empresas) pierda.
La mejora del sistema de salud del Principado, su viabilidad, es un gran objetivo regional, que cobra especial relevancia en una comunidad tan envejecida como la nuestra con más del 22% de la población superando los 65 años. A falta de datos que muevan hacia el optimismo, hace falta que el consejero Quirós trace una raya, como Pizarro, y pida voluntarios para afrontar la empresa. Ante la prórroga presupuestaria y el exceso de demandas, los gestos personales constituyen un recurso frente al escepticismo.