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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL OTOÑO DE LA ECONOMÍA

El gasto de la Administración de Zapatero y la reforma fiscal de Rajoy no se adaptan al cambio de coyuntura
Cuando la economía española iba viento en popa el presidente Zapatero se dedicaba a hablar de reformas estatutarias y procesos de paz; ahora que cambia la tendencia, es la oposición la que culpa al Ejecutivo del encarecimiento de los alimentos, mientras el Gobierno trata de tranquilizar al público con pronósticos imposibles: la inflación decaerá dentro de un año.
La construcción lleva dos años bajando su ritmo de actividad, trimestre a trimestre, sin que ningún otro sector importante haya tomado el relevo. Lo mismo ocurre con el consumo de las familias, que era el otro gran motor del crecimiento económico español. En algún momento tenía que afectar a la economía nacional estar comprando el petróleo a casi 100 $ el barril, el alza continuada de los tipos de interés, los baches de la economía estadounidense y el alto endeudamiento familiar fruto de la ilusión económica colectiva: tira p’alante que libras.
Dos rasgos destacan en esta coyuntura, cuando el ciclo económico cambia de signo: la confusión entre gigantes y molinos de viento, y los programas y decisiones de la clase política.
MOLINOS DE VIENTO
Como ocurre siempre que las cosas se tuercen, la culpa se echa sobre las espaldas del Gobierno. No hay un solo dato que quepa atribuir a Zapatero del empeoramiento del ciclo económico. Los tipos de interés crecen por decisión del Banco Central Europeo, el petróleo está al alza por la mayor demanda de los países emergentes, y el alto endeudamiento de las familias es una decisión de los papás y de las mamás. Por último, resulta imposible blindarse de los vaivenes de la economía americana cuando las empresas de la UE tienen cerca del 70% de sus activos en el extranjero dentro de EE.UU.; la interrelación es tan grande, que sólo el estado de Tejas acumula más inversión europea de la que recibe Japón de los americanos. La culpa del empeoramiento no es de Zapatero, aunque también debe afirmarse que la fase virtuosa del ciclo, con incesante creación de empleo, tampoco fue una creación de Zapatero.
No tiene sentido recelar del euro, como se hace tantas veces en la cola del mercado. Una cosa son los beneficios espurios de los comerciantes de productos, redondeando los precios exageradamente al alza, por la confusión entre céntimo de euro y peseta, y otra el efecto de la moneda común que fue sumamente beneficioso para España. No habrían estado nunca los tipos de interés al 2% sin la adopción del euro. Si siguiéramos con la peseta, la factura del petróleo nos resultaría sumamente onerosa, mientras que con el euro se absorbe, porque tiene un valor superior al dólar.
Otro “gigante” al que no se debe lancear es al sector de la construcción. Con machaconería se repite que es el paradigma de un modelo económico descompensado, que se debían dedicarse los recursos a otras actividades, etcétera. Basta echar una mirada al mundo y se comprobará que en todos los países donde más creció la economía, en los últimos quince años, aumentó fuertemente el sector de la construcción: Australia, EE.UU., Inglaterra o España. En todos ellos hubo alzas importantes de precios. Además, dejémonos de paternalismos, quién puede impedir que un empresario se pase al sector de la construcción o que un fondo de pensiones invierta en valores inmobiliarios. No repitamos como loros los discursos supuestamente críticos.
Por último, vayamos al mal del endeudamiento familiar. En un país industrializado tardíamente, como el nuestro, sobrevivían hasta el otro día pautas culturales de la España agraria, como es el temor a los bancos. El crecimiento del consumo desde el año 1997 supuso una auténtica revolución económica en España, estimulado por el recurso masivo al crédito. En épocas de euforia se tiende a creer que las cosas nunca van a cambiar, y un sector de la población amortiza tres créditos a la vez. La responsabilidad recae, exclusivamente, en las personas endeudadas, porque en ningún sitio estaba escrito que los tipos de interés no iban a subir. La experiencia indicaba lo contrario. Por eso resultaba tan extravagante la insistencia de IU en pedirle al Gobierno regional que dedicara una parte de los Presupuestos del Principado a ayudar a las personas que tienen dificultades para amortizar sus créditos.
La economía española estuvo en un ciclo alcista desde el año 1994 y es lógico que, tras trece años de resultados positivos, las cosas empeoren. ¿Qué dice la clase política? El escenario es desolador.
ERRORES POLÍTICOS
Los grupos de oposición cargan las tintas, olvidándose que todavía en el último año se crearon 560.000 empleos a tiempo completo. Por parte del Gobierno se minimizan las señales de empeoramiento y se asegura que dentro de un año se contendrá la inflación. ¿Con los tipos de interés, la energía y las materias primas al alza, cabe vaticinar la moderación de los precios? La cercanía de las elecciones impide hablar con un mínimo de objetividad.
Más preocupantes son las decisiones que se están tomando. El consumo de las administraciones sigue pujante, espoleado por los gastos de personal. En el último trimestre el gasto de las administraciones aumentó más que en cualquier otro periodo semejante de los dos últimos años. Para que nadie se engañe, añadiremos que cerca del 70% del coste de los servicios públicos descansa en el gasto de personal. Las previsiones oficiales también son un canto al optimismo, ahí está el proyecto de Presupuestos del Principado que cifra en más del 14% el crecimiento de los ingresos por la vía del Impuesto de la Renta.
Si los gobiernos (nacional y regional) viven en el mejor de los mundos, no digamos nada de Rajoy. Hace una semana anunció la exoneración del pago del IRPF a las personas que ganen menos de 16.000 euros. ¿Y cómo se acomete esa bajada cuando el paro va a aumentar y la recaudación tributaria va a descender? No quiero exagerar, pero cuando hay dos peligros de obligada evitación, la inflación y el déficit público, las decisiones del Gobierno y las promesas de la oposición nos arrastran hacia ellos. Hay una norma no escrita que dice que los políticos aplican las mismas recetas (bajada de impuestos, incremento de gastos de personal) durante un tiempo, aunque la coyuntura económica haya variado. La inercia y la cercanía a los comicios propician los dislates.

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por JUAN NEIRA

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