Los obispos dan habitualmente pautas para orientar el sentido del voto de los católicos. El libro de estilo de la jerarquía eclesiástica, escrito a través de los siglos, obliga a un lenguaje elaborado, rico en matices, que apunta al blanco de forma parabólica, como enseña la mecánica del tiro oblicuo, sin señalar directamente con el dedo. La Conferencia Episcopal emitió un comunicado sobre las elecciones generales del 9 de marzo que sigue la norma de la casa, pero llevada esta vez al límite, ya que cualquier lector del texto episcopal puede deducir claramente que los católicos no deben votar al PSOE. El paso dado por los prelados no causa sorpresa, dados los sucesivos desencuentros habidos durante el mandato entre el Gobierno socialista y la jerarquía eclesial. A la recién clausurada legislatura le cabe el dudoso honor de haber abierto un abismo entre el Gobierno de España y la Iglesia Católica.
La Conferencia Episcopal tiene razones para sentirse quejosa del proceder del Gobierno que ha ampliado los supuestos del matrimonio a las personas del mismo sexo, una posibilidad inadmisible para la Iglesia. Otros asuntos, como la asignatura de la Educación para la Ciudadanía, también les han dado disgustos. Quiero decir que la Iglesia tiene todo el derecho del mundo para decir que tal o cual partido lleva a las elecciones un programa que no le gusta, así que deben los católicos abstenerse de votarle. Ahora bien, al entrar en concreciones, tienen que ser los prelados prudentes, una cualidad de la que hizo gala la jerarquía católica durante la transición.
Los obispos dicen que el reconocimiento de ETA como interlocutor en una negociación es un motivo de exclusión en el voto. A mí no me gusta la negociación con ETA, ni mucho ni poco, pero algún obispo ha hecho de intermediario en los contactos entre ETA y el Gobierno, así que este asunto exige muchos matices. Los obispos marcan el territorio del voto de una manera que quedan excluidos los grupos de izquierda (PSOE e IU) y los partidos nacionalistas (CiU y PNV), de modo que al final, por reducción de opciones, lo único moral es votar al PP. En la historia más reciente (últimos 25 años) sólo la jerarquía de la Iglesia polaca hizo indicaciones tan concretas para votar.