Se inicia la campaña electoral bajo el signo de la incertidumbre, porque las encuestas no decantan un favorito. Es tan probable que gane el PSOE como el PP. Nunca había pasado nada igual. En las dos primeras elecciones generales el triunfo de la UCD de Adolfo Suárez era el resultado esperado, como lo fue la alternativa de Felipe González en 1982, ante la crisis interna del partido centrista. Muchos años más tarde, en 1996, el triunfo del PP estaba anunciado ante el agotamiento del ciclo socialista. En el año 2004, el favorito era el delfín de Aznar, pero ZP triunfó contra pronóstico. Es esta la primera ocasión que no hay favorito en los sondeos, arrojando la sombra de la incertidumbre sobre la campaña electoral. Por otros motivos estamos también ante una convocatoria con perfiles diferenciados.
Hasta el presente, la disputa del voto se desarrollaba en los caladeros del centro político, en el territorio limítrofe entre la socialdemocracia y la derecha moderada. Sin embargo, ahora el centro electoral es un conjunto vacío, porque ni Zapatero ni Rajoy lanzan sus redes sobre él. El slogan del PSOE es muy elocuente sobre este particular: “vota con todas tus fuerzas”. Traducido: la campaña electoral socialista busca ganar votos entre los abstencionistas de la izquierda, no entre centristas indecisos que son existentes. El lema del PP también da pistas sobre ello: “con cabeza y corazón”. La cabeza hay que usarla siempre, así que lo revelante es esa apelación al corazón, al voto sentimental, al recurso afectivo-ideológico.
El PSOE mira a la izquierda, por ello Zapatero habló en su mitin gijonés desde los presupuestos de una política de clase, que trata de repartir la bonanza económica entre pensionistas, jóvenes, trabajadores, perceptores del salario mínimo, etcétera. Y también por eso Rajoy habla de firmeza, un valor que siempre ha reivindicando la derecha. El diálogo y la moderación son valores que no cotizan, por primera vez, en una campaña electoral en España.
No hay centro electoral, sociológicamente relevante, porque en la pasada legislatura se han roto los consensos, y a fuerza de descalificaciones mutuas se ha logrado polarizar las tendencias políticas de los ciudadanos. Ante las urnas, el número de indecisos entre Zapatero y Rajoy es muy pequeño. Esa forma de roturar el espacio electoral sobre bases ideológicas hace que las rebajas fiscales anunciadas por el PSOE y el PP hayan sido recibidas con más indiferencia de la esperada. Si se “vota con todas tus fuerzas” no ayuda mucho el regalo de los 400 euros por cabeza. Igualmente, si hay que votar “con el corazón” de poco sirve alegrar la cartera elevando el mínimo exento del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas a los 16.000 euros.
Otra novedad de la campaña es que la economía, la asignatura reina de la pugna parlamentaria desde que se inició la democracia, se coló en el debate a última hora, con los indicadores cogidos por los pelos, sin el sosiego que requiere el tratamiento de las cosas serias. Una legislatura de bonanza había sacado la economía del debate político y la tormenta financiera americana de las hipotecas basura la rescató del desván de las cosas inútiles. Ayer, a última hora de la noche, cuando la precampaña se convertía en campaña, forcejeaban Solbes y Pizarro sobre males y remedios económicos, dejando algunas “perlas”. Según el ex presidente de Endesa, el gasto público se reduce por cuatro vías: suprimir el Ministerio de la Vivienda, cerrar la Oficina Económica de Presidencia, impedir el pago a terroristas (ANV) y bloquear las reformas interiores en el piso del ministro Bermejo. ¿Quién dijo que las campañas eran aburridas?