El cabeza de candidatura del PSOE en Asturias, Álvaro Cuesta, ha presentado el programa de infraestructuras de su partido. En la próxima legislatura los socialistas no sólo prometen terminar las infraestructuras de transporte en marcha, como la autovía del Cantábrico, la autovía del interior, la variante de Pajares o la ampliación de El Musel, sino que ejecutarán toda la línea de alta velocidad hasta Gijón, unirán la autovía del Cantábrico con la del interior (construyendo el eje La Espina-Canero), dotarán a la autopista “Y” de un tercer carril, construirán un túnel bajo El Fito, y llevarán a cabo la autovía o vía rápida desde La Espina hacia Ponferrada. En fin, Álvaro Cuesta podía haber dicho que iban a hacer todo y así se ahorraba una relación tan prolija de actuaciones.
Lo primero que llama la atención es que en el mitin del Palacio de Deportes de la Guía el presidente Zapatero sólo hubiese nombrado la llegada de la alta velocidad a Gijón, dejando tan espectaculares inversiones en el tintero. Carece de lógica anunciar un programa tan ambicioso de actuaciones en una rueda de prensa rutinaria de campaña y desperdiciar la ocasión de poner en boca de Zapatero tan ilusionantes proyectos. Me inclino a pensar que las inversiones anunciadas por Cuesta tienen una finalidad táctica: anticiparse a un anuncio semejante por parte de Gabino de Lorenzo.
Cualquier persona mínimamente informada sabe que es imposible hacer todas esas infraestructuras en cuatro años, porque supone mucho dinero. Con una desaceleración de la economía, como hipótesis más benigna, resulta descabellado comprometer tanta obra pública. En el pasado mes de enero la recaudación del IVA descendió un 16%, así que el Estado no tendrá dinero para financiar tantas actuaciones.
Interesa destacar que casi ninguna de las nuevas infraestructuras comprometidas resulta imprescindible. Si exceptuamos la llegada de la alta velocidad hasta Gijón y el tercer carril de la “Y”, el resto es un conjunto de propuestas pensadas para mantener alta la moral de los ciudadanos, ya que los asturianos llevamos quince años identificando construcción de carreteras con progreso. Desde la famosa crisis de 1993, que se llevó por delante un tercio de los puestos de trabajo de la industria pública, y que fue acompañada con tres devaluaciones de la peseta, nuestra región dejó de creer en las factorías y puso toda su fe en las autovías. Desde entonces, las autovías constituyen el “mantra” del discurso asturiano.
El famoso déficit de las comunicaciones asturianas se debe únicamente al retraso de la autovía del Cantábrico y de la nueva salida por ferrocarril a la Meseta. Soy de la opinión que el mejor destino a los fondos mineros hubiera sido la urgente realización de estas dos infraestructuras, aunque ya sé que el protocolo de los fondos lo hubiese impedido por no ser equipamientos específicamente mineros. El resto de las actuaciones realizadas en estos tres últimos lustros oscila entre lo simplemente conveniente y lo abiertamente superfluo. En Asturias, la construcción de vías de comunicación tiene dos finalidades, una económica, crear puestos de trabajo, y otra política, dar un plus de credibilidad al político que las ejecuta. El servicio específico que da la autovía ocupa un lugar secundario en las consideraciones.
La batalla política en Asturias se reduce, con frecuencia, a echarse en cara los retrasos de las autovías, llevándose la palma el tramo, Unquera-Llanes. No hay nada más ridículo que presumir de buen gobernante por hacer carreteras, como si el asunto no dependiera exclusivamente de los ingresos de la Hacienda Pública.