Ni los partidos políticos ni la Federación Asturiana de Concejos (FACC) respaldan la reflexión realizada por el presidente de Fade, Severino García Vigón, en los Cursos de la Granda sobre la necesidad de reducir municipios. El presidente de los empresarios dijo que habría que plantearse la actual distribución administrativa de Asturias, porque no es lógico que existan 78 ayuntamientos. García Vigón aludió a la necesidad de abaratar el coste de los servicios municipales, algo que, según el presidente de Fade, es especialmente necesario en la zona central de Asturias, un espacio pequeño en el que viven el 85% de los asturianos. El sentido común respalda la declaración de García Vigón, porque sería mucho más racional contar con ayuntamientos fuertes y bien dotados para prestar servicios a los vecinos. La gran mayoría de los municipios necesitan el apoyo técnico y financiero del Principado para resolver problemas urbanísticos o de recaudación de tributos.
Bien es cierto que en Asturias, pese a la excesiva compartimentación del mapa en distintos ayuntamientos, la gestión del territorio es menos caótica que en otras regiones, como en Castilla y León, con más de 2.200 ayuntamientos; pero otros se encuentren peor no es un consuelo. Lo lógico sería ir a una concentración de municipios, aunque no hay ni una sola fuerza política que respalde esa propuesta. La razón del rechazo está en el localismo que preside la vida regional; cualquier decisión del Principado en la materia se podría vivir como una ofensa.
A falta de una configuración racional de concejos, en Asturias se ha apostado por una política moderada de unión de energías municipales por la vía de los consorcios (agua, transporte, residuos) y de las mancomunidades. El experimento de los consorcios ha salido bien, aunque con matices, mientras que el diseño de las mancomunidades no ha dado los frutos apetecidos. A día de hoy nos encontramos con muchos ayuntamientos despoblados y descapitalizados, y con un área central de la región separada por alambradas municipales que generan superposición de equipamientos y distintos modelos de urbanismo, mientras que la clase política se llena la boca con discursos progresistas sobre ordenación del territorio. Esto no hay quien lo cambie.