En la Audiencia Nacional y presidido por el magistrado Javier Gómez Bermúdez, ha comenzado el juicio sobre la identificación de los cadáveres del Yak 42 que tanto dio que hablar en los últimos tiempos de Aznar. En el banquillo se sientan tres militares –general, comandante y capitán- pese a los esfuerzos de los familiares de las víctimas para inculpar a Federico Trillo, que era ministro de Defensa cuando ocurrió el accidente. Las acusaciones particulares pidieron la presencia de Trillo, Aznar y Bono, sin que el tribunal accediera a la solicitud. La defensa de los acusados consistió en argumentar que las identificaciones de los cadáveres estaban bien hechas, pero que la confusión se produjo al trabajar simultáneamente un equipo español y uno turco, siendo en esta lengua en la que se redactó el documento que firmaron, sin posible traducción, los militares españoles. El juicio sigue en los próximos días.
En su momento, la errónea identificación de los cadáveres de treinta militares españoles propició un duro cruce de acusaciones entre el Gobierno de Aznar y la oposición de izquierdas. En el ojo del huracán estaba el ministro de Defensa, Federico Trillo, al que culpaban de todo el dispositivo empleado, empezando por el avión utilizado por los militares españoles. La ausencia de un médico forense en la expedición organizada para identificar y repatriar a las víctimas del siniestro también fue cargada en el debe del ministro del PP. Recuerdo estas circunstancias para hacer ver que el trágico suceso llevó aparejado consecuencias políticas para el Gobierno de Aznar y un desgaste electoral para su partido. A partir de entonces, Federico Trillo, un tipo expansivo que se llevaba bien con todas las corrientes del PP, pasó a un discreto segundo plano.
Seis años más tarde el juicio se desenvuelve en unas circunstancias muy distintas. Con sólo tres militares en el banquillo quedan anuladas las dimensiones políticas del suceso. Seis años se cumplen también del desastre del Prestige, y el sumario se ha cerrado con sólo tres acusados: capitán del buque, jefe de máquinas y primer oficial. Seis años más tarde, alejar al petrolero fue un acierto. Todos los grandes siniestros generan en España una áspera bronca política que se disuelve entre los largos trámites judiciales.