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Juan Neira

LARGO DE CAFE

PALO Y ZANAHORIA CON ETA

En la cárcel de Villabona están internados actualmente diecisiete presos de ETA. En los últimos meses han llegado seis miembros de la banda y se han marchado otros tres. Entre los presos que se encuentran en Villabona hay terroristas con un historial sangriento, como Valentín Lasarte, condenado por asesinar a Gregorio Ordóñez y Fernando Múgica, entre otros. Recuerdo la información en el periódico cuando fue detenido este sujeto: corría por la calle para escapar de la Policía gritando “ni Lasarte naiz”, creyendo que la gente le protegería. Hasta tal punto había asumido el papel de libertador que se imaginaba un héroe para sus conciudadanos. En el presidio asturiano hay otros miembros de la banda que tienen una hoja de servicios menos siniestra, aunque todos han sido condenados por su vinculación a ETA.

Villabona es punto de destino de presos etarras por razones opuestas. Los que estaban en cárceles del Sur de España, y han roto su vínculo con la banda, son trasladados a Asturias para que sus familiares puedan visitarlos con más facilidad. Simultáneamente, recalan en nuestra región presos que siguen enrolados en la organización terrorista y que estaban internos en presidios del País Vasco o Cantabria. Unas veces Asturias constituye un premio y otras un castigo para los presos de ETA.

La política del acercamiento y alejamiento de presos la han practicado todos los gobiernos. Nadie renuncia a la táctica del palo y de la zanahoria para debilitar a ETA. En la actualidad hay unos 700 miembros de la banda en las cárceles españolas, un colectivo muy numeroso que tiene una gran influencia en la estrategia de la banda. Sin el apoyo de los presos y sus familias, la capacidad de legitimación de ETA y Batasuna ante el electorado radical vasco sería muy reducida. El Gobierno acosa a los terroristas por distintas vías: con detenciones policiales, ilegalizando sus plataformas electorales y dividiendo a los presos. Sólo hay que poner un límite a la táctica de concentrar presos en algunas cárceles, como la de Asturias o la de Zaragoza: no cabe juntar a los que tienen un buen comportamiento para luego iniciar otro proceso de paz y ponerlos en la calle. Los beneficios penitenciarios tienen que ser los mismos que obtendría un criminal convencional, sin plusvalías de tipo político.

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por JUAN NEIRA

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marzo 2009
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