De los variados enfoques que tiene la cuestión de la financiación autonómica hay dos extremosos, por excelso, el uno, y garbancero, el otro. La idea de estrenar un nuevo modelo de Estado, con el mosaico de variopintas comunidades en convivencia armónica, porque cada una aporta lo que es justo y recibe lo que se merece, está en muchos de los discursos de los dirigentes catalanes, que con sus quejas y presiones han obligado al Gobierno a dar por caduco el modelo de financiación existente y forzado a hallar otro mejor. El político que ha brillado más alto con este argumento fue el ex presidente Pasqual Maragall, que en el limitado espacio de una página de periódico, con anuncios, fue capaz de remediar, en varias ocasiones, los problemas de los últimos tres siglos de historia, para demostrar que tenía el ungüento capaz de calmar el drama español: una nación que lleva en su seno otras muchas naciones. Sublime.
En el otro lado del espectro se ubica el discurso pancista, que se olvida de la historia y de la geografía, que hace tabla rasa de leyes y constituciones, para decirle en voz alta al Gobierno los millones de euros que necesita para vivir mejor que en el presente. Las formas del cobrador del frac. Este discurso lleva también la marca de los dirigentes catalanes, que saben vestirse simultáneamente de estadistas y trabajadores autónomos con negocio en la esquina. Ni José Luis Rodríguez Zapatero ni el resto de los dirigentes autonómicos han opuesto una visión sólida al amplio argumentario catalán. Cabe decir que el presidente del Gobierno no tiene un modelo de financiación propio, porque ha ido sacando fondos de la chistera para contestar a las demandas de las regiones. El resto de negociadores carecen de una visión global y se inventan latiguillos: el peso de la vejez en el modelo, la complicada orografía, la dispersión de la población, el hecho insular, la población escolar, la débil demografía, el bilingüismo, la menor renta ‘per capita’…
Llegados a este punto, y ante la derrota dialéctica, tenemos la posibilidad de echar mano de la regla de tres: si recibíamos 3.111 millones de euros, que representaban el 2,7% del conjunto de recursos del sistema, nos toca ahora recibir 220 millones más, porque la ministra de Economía, Elena Salgado, incrementa en 9.000 millones la suma global. A falta de discurso y visiones de conjunto, ahí tiene Jaime Rabanal la cifra: 220 millones.