La expectación suscitada por la comparecencia de Avelino Viejo en la Comisión de Economía y Hacienda del Principado para dar cuenta del informe sobre la gestión del Gobierno regional en el año 2007 no fue correspondida en el desarrollo de la sesión parlamentaria. El síndico mayor estuvo prudente en las formas y en el fondo, rehuyendo las invitaciones del PP a constatar ilegalidades y tropelías. Avelino Viejo dijo haber observado incorrecciones y anomalías, pero dejando claro que se habían cumplido los requisitos legales. De sus intervenciones pudo deducirse que en algunos asuntos los servicios jurídicos y económicos del Principado tienen un criterio y la Sindicatura de Cuentas tiene otro, y que en los informes del órgano fiscalizador se constatan esas diferencias.
Los diputados del PP, Alejandra Cuétara, Ramón García Cañal y José Agustín Cuervas-Mons, se emplearon a fondo para tratar de sacar consecuencias negativas sobre la gestión del Principado, al aludir a un déficit oculto en el Sespa de cien millones de euros, hablando de ilegalidades en las contrataciones, y dando por sentado que se dilapidan recursos por la vía del gasto público en una época de privaciones, como la presente. Les faltó sacar a relucir su tema favorito: el sueldo (104.000 euros) de González Marroquín, sobre el que han pivotado varias sesiones parlamentarias. El síndico mayor no bailó la música que había escogido el PP y la comparecencia resultó muy anodina.
La Sindicatura de Cuentas necesita de mesura, para que su actividad se vaya asentando entre una ciudadanía que no sabe muy bien para qué está, cuando toda su labor de fiscalización es redundante al solaparse con las competencias del Tribunal de Cuentas. Crear una Sindicatura de Cuentas en una comunidad uniprovincial de un millón de habitantes es como llamar a un taxi para llegar hasta el quiosco de la esquina. Hasta ahora la Sindicatura de Cuentas no se guió por la pauta del sentido común, y entre la inveterada vocación política de alguno de sus componentes, el afán de protagonismo de los que tanto les vale la izquierda como la derecha, con tal de enredar, y los mensajes belicosos que emanan de su aparato logístico, han dado más razones para la controversia que otras instituciones semejantes con muchos más años de rodaje. Lo de ayer fue una excepción.