El debate sobre el estado de la región ha concluido, a la espera de pasar hoy el trámite de las resoluciones, de escasa trascendencia. Lo más importante de estos plenos parlamentarios (debate sobre el estado de la nación, de la región, o del municipio) reside en las intervenciones de los portavoces del gobierno y de la oposición, en el análisis que hacen de la coyuntura. No hace falta que aporten soluciones concretas, pero sí que hagan una valoración seria tocando los problemas reales. Nada de eso ha sucedido esta vez, así que puede verse el debate como una ocasión perdida.
A la exposición optimista de Álvarez Areces ha correspondido Ovidio Sánchez con un discurso centrado en decir que el presidente ha fracasado. La estrategia frente a la crisis económica asturiana dio paso a la reflexión sobre los sobrecostes del Musel y al incremento de recursos a los llamados, “chiringuitos socialistas”, que son todo tipo de empresas, servicios o fundaciones con participación del Principado. En la fase más dinámica del debate, cuando se realizan los turnos de réplica y contrarréplica, los argumentos dieron paso a las descalificaciones, dejando el estado de la región reducida a una especulación sobre el futuro de ambos líderes.
Previamente, Jesús Iglesias, como portavoz de IU, realizó una larga exposición sobre iniciativas a llevar a cabo por el Principado, que cabría verlas como una larga retahíla de gastos. Y eso que se mostró partidario de gestionar con austeridad. En su discurso, como portavoz de un grupo minoritario del Gobierno, marcó el terreno al hablar de las demandas sociales, o de los sobrecostes de El Musel.
Lo más útil del debate fue la explicitación de la filosofía presupuestaria realizada por el presidente del Principado: alta inversión pública, permanencia de elevado gasto social y utilización de la deuda para financiar un esquema presupuestario que se mantiene en unas coordenadas muy parecidas a los años de las vacas gordas. Lo que antes se financiaba con una gran recaudación tributaria, ahora se hace con unos tributos menguados y una deuda creciente. El edificio del gasto, con algunos retoques en la fachada, se mantiene. Puede ser el último presupuesto bajo estas premisas.