Los grupos parlamentarios del PSOE e IU se han dado el gusto de ganarle por goleada al PP, al sacar adelante 30 resoluciones y rechazar, conjuntamente, las 25 presentadas por el PP. Ante el pleno de la Junta General del Principado, el público y los medios de comunicación, han oficiado la ceremonia de la unidad de la izquierda, rubricada con declaraciones triunfales: las iniciativas del PP pretendían poner en marcha políticas neoliberales, la desregulación de los mercados y la reducción del sector público, que condujeron a la economía mundial a la recesión. ¡Qué barata es la retórica!

Fernando Lastra criticó que el PP haya tratado de distanciarse de la mayoría de Gobierno y resaltó la falta de voluntad de acuerdo político por parte del partido de la oposición. Desmarcarse de un gobierno de coalición de la izquierda, cuando hay una tasa alta de paro y la caída del consumo revela el recelo de los ciudadanos, no creo que sea un error político. El problema del PP es otro. En todo el debate sobre el estado de la región no ha abordado ninguno de los problemas reales que tiene Asturias, más allá de referencias superficiales, como las puede hacer un individuo asiduo a los telediarios. No hizo el líder de la oposición una reflexión sobre la difícil sostenibilidad de la sanidad asturiana, ni abordó el problema del cambio que hay que imprimir a la educación, ni trató el problema de la energía cuando hay más de siete millones de toneladas de carbón apiladas sin destino, ni indicó por donde tiene que ir la solución a la financiación de los ayuntamientos. Todo quedó en ironías sobre los nueve años de edad que le lleva el presidente del Gobierno. Debe ser que por ahí va la salida a la crisis.

Jesús Iglesias reivindicó los once meses de gestión plural de la izquierda y confesó que su grupo había asumido el riesgo de gobernar, cuando era más cómodo “bombardear las políticas del gobierno desde la oposición y denunciar su derechización”. La verdad verdadera es que era mucho más duro tener como única plataforma institucional cuatro escaños del Parlamento, cuando había que recurrir a la heterodoxia de Valledor para hacerse oír. Pero lo más simpático es la denuncia de la derechización, todo un clásico en los discursos de los portavoces de IU, que consiste en tachar de neoliberal cualquier política que no esté apoyada por ellos.